Juárez-Salazar, Falleti, and Delgado Deciga: Lógicas de la política amorosa durante el primer año de la cuarta transformación en México



Introducción

El presente artículo pretende dar cuenta de las expresiones afectivas y simbólicas de Andrés Manuel López Obrador (en adelante, AMLO) como un modo posible de construcción discursiva y de hegemonía política elaborada por el actual presidente. Dicha elaboración tiene efectos en la ciudadanía y no es casualidad que genere tanto fuertes adherencias como rechazos. Nuestro recorrido se focalizará de manera específica en el primer año de gobierno del presidente. A partir de un análisis de 93 entradas recogidas de sus conferencias matutinas y de algunos otros discursos pronunciados en diferentes eventos de carácter público, analizaremos los pormenores de una política centrada en los afectos y en la elaboración de una descripción y conceptualización de las diferentes construcciones discursivas que utiliza el presidente frecuentemente para establecer su modo singular, mas no ingenuo, de hacer política contingente.

Nuestra propuesta es la de identificar el lugar del amor y cómo se va construyendo y complejizando en el discurso del actual presidente. Consideramos también sus ecos y efectos en las acciones gubernamentales y su alcance en el espectro del imaginario político. Adicionalmente, buscamos cuestionar la disposición discursiva y de carácter populista de AMLO para construir un proyecto político sólido y hegemónico. En este sentido, el análisis discursivo desde sus discursos en las mañaneras pasaría de ser una simple condición reiterativa a una estrategia que desborda los límites de la propaganda política. En otras palabras, estamos ante un suceso relativamente nuevo, pero focalizado, en la reelaboración de nociones afectivas fundamentales y, en paralelo, la edificación de una política que radica en la construcción del «pueblo» con base en contenidos de carácter pasional vinculados con la otredad.

En una primera aproximación panorámica a la política de gobierno planteada por AMLO, podemos observar una significativa ambivalencia en los discursos y, asimismo, una definición clara en las acciones de gobierno a seguir; mientras que los temas planteados por el gobierno toman cierta relevancia en el debate público, otros asuntos quedan postergados en la agenda gubernamental tales como la legalización del aborto a nivel nacional, la búsqueda de justicia para las víctimas, los conflictos con el crimen organizado, solo por mencionar algunos pendientes. Cuestión que produce una reiterada exploración del carácter afectivo de los problemas gubernamentales más allá de la administración política stricto sensu. Lo anterior dispone un campo fértil para nuestro análisis, pues toda esa discursividad se encuentra plagada de matices de la política, criterios de lo político, la moralidad estatal y la construcción de la otredad y lo colectivo en las directrices trazadas por el amor.

En cuanto a la distribución de nuestro análisis, planteamos varios ejes de estudio en una primera sección: uno sobre la relación amigo/enemigo, otro relativo a las construcciones antagónicas y morales de una buena política y una mala política. Y, finalmente, un tercer eje que, de alguna manera, atraviesa a los anteriores, la relación del amor-odio, los grupos de amor y los grupos de odio. Estos afectos tienen, desde un inicio, relación directa con las adherencias y rechazos señalados más arriba. En la segunda sección se desarrolla la idea del amor al prójimo, dicha moral está presente y guía la política de AMLO; se explica también de qué modo el amor es un vínculo que liga y obliga. Desde esta lógica, hemos decidido apoyarnos en el espectro teórico psicoanalítico para desplegar algunas posiciones dentro de un esquema de interpretación analítico sobre el discurso enunciado por AMLO y, sobre todo, para intentar elucidar los alcances de las palabras de la 4T de una forma contingente y especulativa.

Finalmente, en el tercer apartado general proponemos trabajar el lugar de las izquierdas en la política mexicana, y aquello que resulta sugerente es pensar este perfil ideológico y su relación con el conservadurismo. Cabe señalar también que nuestro recorrido analítico se irá enhebrando con diversas posiciones de la filosofía política, en particular con algunas aproximaciones cercanas al posmarxismo (Laclau y Mouffe), algunos autores del llamado affective turn y el psicoanálisis.

Dispositivo metodológico

A continuación, pasamos a relatar en términos puntuales el recorrido metodológico que seguimos a lo largo de nuestra investigación empírica mostrando la consolidación de los ejes analíticos y la conformación del corpus de archivo textual con el cual hemos trabajado. En principio, queremos dilucidar que se trata de un recorrido facilitado por una indagatoria de archivo electrónico. Los discursos expresados por el presidente AMLO se encuentran disponibles en su versión transcrita en la página oficial de la Presidencia y el rastreo se realizó con el motor de búsqueda de la misma centrándonos en las conferencias matutinas y algunos discursos expresados durante algunas de sus giras en el interior del país en su primer año de gobierno.

Después de una detallada exploración en todas las denominadas mañaneras correspondientes al primer año de gobierno del presidente, se fue consolidando un corpus centrado en un principio en el término amor y que, partiendo de esta palabra y sus co-concurrencias, fuimos seleccionando aquellas en las que aparecía con mayor claridad y en forma reiterada un discurso en torno al amor. En total. fueron seleccionadas 42 de las 93 conferencias y comunicados en los cuales, gracias a la ayuda del software Atlas.ti, quedaron configurados y sistematizados en 88 códigos analíticos abiertos, mismos que fueron articulados en tres grandes categorías: amor, bienestar y felicidad, de las cuales nos focalizamos en la primera. A su vez, esta categoría está relacionada también con algunos otros elementos manifestados, administrados en códigos concurrentes paralelos como amor al prójimo, honestidad, familia, fraternidad, moral, grupalidad, reconciliación y pobreza y odio, por señalar los más relevantes. La utilización del software consistió únicamente en la sistematización de las citas recuperadas y su clarificación mediante códigos que pudieran dar una ruta a nuestro estudio, y esto implicó plantar de forma concreta tres análisis partiendo de nuestras tres grandes categorías. Seguimos una codificación abierta, ya que, en palabras de Uwe Flick (2018: 193), esta codificación permite «expresar los datos y los fenómenos en forma de conceptos». En todo este desarrollo se realizó una fragmentación organizada a partir de las unidades de significación articuladas al amor en donde se elucidan los pasajes a partir de una lógica analítica, la cual deshilvana los diferentes nudos de significación discursiva. Una organización de los códigos quedaría representada de la siguiente manera:

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Fuente: Elaboración propia basado en concurrencias en Atlas.ti.

Posteriormente, para tejer el análisis del material codificado partimos de las aproximaciones del análisis crítico del discurso (ACD), pues consideramos que esta técnica nos permitirá ver las interconexiones discursivas, los niveles de enunciación, las contradicciones a nivel de la significación y las prácticas de reconocimiento de poder ejercido mediante la palabra. En este sentido, el ACD es una herramienta analítica que posibilita rescatar elementos importantes y lugares dispuestos mediante la palabra y su significación. Si bien hay muchas tradiciones analíticas, nuestra intención parte de una veta profundamente foucaultiana en donde, en palabras de Íñiguez (1997: 150), «el sujeto asume la condición de enunciador que define la formación discursiva donde se ubica». Asimismo, esta perspectiva analítica prioriza la idea de que en el contexto puede encontrarse una relación entre «las estructuras del lenguaje con las estructuras sociales y hacer que la comprensión social sea posible a partir del análisis e interpretación del discurso» (Íñiguez, 1997: 152). La perspectiva teórica del análisis crítico del discurso, desde estas dimensiones, es muy cercana a las propuestas del socioconstruccionismo y la creación de diversas formas de enunciación política que residen en la dimensión de los sentidos y la lucha antagónica a partir del trabajo discursivo en el espectro de la política nacional.

Nuestro dispositivo de análisis quedó constituido y delimitado a partir de una problematización de las articulaciones discursivas realizadas por el presidente en torno a la noción de amor y los caminos discursivos por los cuales discurre la alusión a este sentimiento. El recorte de archivo está determinado por la propuesta de segmentación de las posibilidades de aglutinar diversos sentidos en torno al «amor» y cómo estos edifican una disposición para recorrer diversas lógicas políticas como la unidad, el prójimo y el sentido del nosotros/ellos. La reflexión con el discurso de AMLO será trabajada a la luz de diversos autores que aproximan diversas teorías en torno a los afectos y su relación con lo político.

El «Nosotros/Ellos» y la moralidad en AMLO

La política de AMLO es un reflejo consistente de luchas entre antagónicos. La condición combativa de la izquierda mexicana y su largo peregrinaje pueden dar cuenta de los matices de dicho antagonismo. Aunque la política sea un asunto que se discute entre antagónicos, lo cierto es que el discurso de AMLO ha permanecido siempre en la misma encrucijada entre el nosotros: los pobres, los despojados y los ellos, los burgueses, los fifís, los ellos. Para Schmitt (2018: 62), el criterio de lo político en su diferencia específica es la distinción entre el amigo y el enemigo. Esto tiene que ver con la formación de un «nosotros» como opuesto a un «ellos», que son formas colectivas de identificación, y están relacionados puntualmente con el conflicto y el antagonismo. Esta lucha se complejiza, según Schmitt, en cuanto el antagonismo se acerca a los «extremos» y agudiza su sentido político. En este sentido, toda lucha antagónica reflejará la polaridad como un elemento clave en la construcción de la realidad política y permitirá desarrollar una agudización del control político mediante la lucha y su contingencia. Esta polaridad da cuenta inexpugnablemente de la sustancia política y sus avatares indecidibles y, en paralelo, de la dimensión antagónica irreductible para construir una idea de nación y articularla al pueblo.

Por otro lado, el modo agonista de la política es una forma en la que el enemigo está pensado en términos de «adversario» con quien es posible pensar y negociar conjuntamente, distinto del modo antagónico en el cual el enemigo es una figura política a destruir (Mouffe, 2013). Es decir, existe una diferencia sustancial entre el enemigo y el adversario. Según la autora, desde el modo agonista de la política es posible confluir a través de negociaciones, construcciones y diálogos; no ocurre del mismo modo desde los antagonismos. La autora plantea que cuando no existen canales a través de los cuales los conflictos puedan adoptar una forma «agonista», estos tienden a tomar un modo antagónico (Mouffe, 2007: 12-13).

Considerando la materialidad discursiva en las expresiones de Andrés Manuel López Obrador, existe una intención que es reiterada de reconciliación con el enemigo real y potencial, neutralizando así la separación entre «nosotros/ellos». Observemos los siguientes pasajes:

[…] refrendo que el Estado mexicano no ejercerá represión en contra de ninguna persona o movimiento social […] México es un ambiente libre de expresión de ideas [...] no vamos a enfrentarnos a ningún grupo. Nosotros queremos la paz y la reconciliación. […] puede haber diferencias, las hay, pero eso no significa que se vaya a caer en una confrontación o en un pleito. […] El verdadero enemigo del gobierno de México es la profunda crisis que aqueja a los ciudadanos, y aunque quieran confrontarnos, nuestra respuesta es amor y paz (López Obrador, 02-01-2019).

El amor es pensado en este punto como una respuesta en los límites de lo que aqueja a los ciudadanos. La relación particular entre amor y paz parece contener el antagonismo de la vida política con un antagonismo de carácter plenamente afectivo, lo que permite producir una representación de la vida emocional más cercana a la individualidad. Esta primera relación entre el amor y paz parece constituirse en el entramado de «nosotros» los que habitamos con «amor» y «paz» versus el «enemigo» del pueblo que consolida la oposición a todo aquello que representa su gobierno. Es el lugar del ellos como productor de pobreza y desigualdad como lo señala AMLO: «El país no será viable si persisten la pobreza y la desigualdad. Es un imperativo ético, pero no solo eso; sin justicia no hay garantía de seguridad, tranquilidad ni paz social» (López Obrador, 01-09-2019).

En este sentido, Mouffe realiza un planteamiento interesante y pertinente para pensar el orden moral presente en la política de López Obrador: «Lo que ocurre es que actualmente lo político se expresa en un registro moral. En otras palabras, aún consiste en una discriminación nosotros/ellos. La construcción “nosotros/ ellos” en lugar de ser definida mediante categorías políticas, se establece ahora en términos morales» (Mouffe, 2007). La moralidad en su relación con la afectividad desplaza prácticamente en su totalidad las clásicas nociones del adversario; podría decirse que la moralidad matiza aún más las condiciones antagónicas para establecer una moral emotiva y funcional a nivel de las singularidades subjetivas. En esa moralidad, el discurso de AMLO es articulado con condiciones asociadas al bien común, a lo fraterno, a lo combativo, desde el carácter central de la honestidad como él mismo señala: «La herencia de civilizaciones nos ha forjado como un pueblo tenaz, combativo, luchón, emprendedor, honesto, con una excepcional idiosincrasia de fraternidad, de amor al prójimo, de verdadera solidaridad» (López Obrador, 01-12-2018). Los caracteres esenciales del amor están entonces basados en una historicidad moral que le otorga fortaleza al pueblo y lo prepara para el combate. Es en lo compartido, en el nosotros, donde se fragua la «solidaridad» del pueblo. Una cuestión netamente articulada a cierto heroísmo.

Por otro lado, si bien existe una intención de aminorar la distinción o exclusión «nosotros/ellos», es posible observar una dimensión moral en los dichos de Andrés Manuel, y se establecen atribuciones «casi naturales» de lo que es una buena o una mala política. En algunas de estas frases se observa el carácter moral de la política de AMLO: «[...] saben qué es la 4T, además de acabar con la corrupción, sacar al pueblo de la pobreza, paz y tranquilidad. Además, la ‘reconciliación’» (López Obrador, 02-03-2019). Observamos en lo anterior ciertas atribuciones orgánicas de la llamada 4T, ya que no se explica de qué modo se acabaría con la corrupción, y de qué forma esto garantizaría paz, así como sacar a las personas de la pobreza, lo que necesariamente debería estar vinculado a las condiciones de la tranquilidad y la familia. No necesariamente existe una secuencia explicativa entre ambas problemáticas: corrupción y pobreza, cómo sí podría tenerlo la generación de empleo y mejores condiciones de vida. En cierta medida, esto constituye un espacio contingente que lejos de aminorar el efecto seductor del discurso de AMLO lo propulsa hacia lógicas políticas mucho más hegemónicas debido a que en aquel ciudadano en quien recae finalmente este discurso se ve confrontado a tomar una posición.

Otra frase utilizada por AMLO en el mismo comunicado es la siguiente: «Frase bíblica que utilizó Madero ‘México tiene hambre y sed de justicia’» (López Obrador, 02-03-2019). AMLO retoma el carácter histórico de su lucha vinculándolo a dos términos concurrentes como el hambre y la sed, elementos que directamente connotan con la pobreza y la apropian en su sentido emocional. En relación con este punto, vale la pena comentar que durante la campaña presidencial el entonces candidato López Obrador se había comprometido a retomar e impulsar las causas de las víctimas. Sin embargo, una vez establecido su gobierno, la problemática de las víctimas ha quedado postergada, o bien ha sido posible asumir un compromiso puntual con el caso de los jóvenes desaparecidos en Ayotzinapa.

En relación con los valores atribuidos a una buena y mala política, mientras que la primera se atribuye al desarrollo e implementación de la 4T y la mala se la adjudica a los gobiernos anteriores o a los enemigos. El presidente explica al respecto: «El gobierno estaba convertido para el saqueo y para el robo de unos cuantos […] no va a ser más de lo mismo, no va a ser cambio de maquillaje, va a ser cambio de régimen» (López Obrador, 02-03-2019). Nuevamente no se explica en qué consiste el «cambio de régimen», aunque se establece que no será solamente otra fachada, sino una transformación estructural que irá más allá del saqueo y el robo de unos cuantos, los malos, los de la política del robo. La denuncia teje con sutileza la delgada línea entre las buenas y las malas prácticas. En palabras de AMLO, la buena política implica «desterrar la corrupción y la impunidad, y tengo las convicciones y la voluntad política para hacerlo. Se va a acabar la corrupción y la impunidad. Me canso ganso» (López Obrador, 02-03-2019). En esta expresión da la sensación de que se trata, más bien o solamente, de convicciones y voluntades que no necesariamente se apoyan en acciones concretas y contundentes. No obstante, el trasfondo de este discurso implica también revisar en qué constituye esa «voluntad política» de la que habla AMLO, pues consideramos que está puntualmente articulada a las lógicas contingentes del amor.

Desde lo anterior, nos gustaría trabajar con la categoría grupos de amor y grupos de odio. Tomando en cuenta que, en las agrupaciones y los entramados colectivos, siempre se hace presente un fenómeno de dirección política y de ambivalencia afectiva. El odio se vuelve una emoción que ha identificado a los grupos y colectivos con algunos efectos paralelos como la segregación, la xenofobia y la división de clases. Tanto el odio como el amor generalmente están asociados a la discriminación y al rechazo que generan personas de color, frente al grupo de los blancos y viceversa. A la clase acomodada que despliega una ideología, la cual permea a las clases menos favorecidas y a los mecanismos de segregación de cada uno de los elementos referidos.

La afectividad es sustancialmente ambivalente, como ya lo notara Freud (1921) a partir de los fenómenos de identificación. Por su parte, los grupos de amor se establecen a través de una identificación activa con la nación. «El amor como la emoción que energiza el trabajo de dichos grupos» (Ahmed, 2015: 192). Es así como la grupalidad sigue siendo un elemento persistente de articulación de las oposiciones.

En ese sentido, el presidente convoca, por ejemplo, a jóvenes mexicanos a formar parte de la Guardia Nacional. Los jóvenes participan en esta organización militar por «el honor de servir a la patria» y «atender la grave crisis de inseguridad y de violencia en el territorio nacional» (López Obrador, 02-01-2019). El nacionalismo persiste en el intento de AMLO por construir políticas de amor al prójimo que incluyen ambos paneles y lados de la moneda. En todas estas frases se observa el amor a la patria que, según Ahmed, es el ejemplo que mejor ilustra este tipo de sentimiento. Un amor a la patria que en cierta medida convoca al otro en tanto prójimo. Por tanto, en un desarrollo más específico sobre el amor, a continuación, damos cuenta de un vínculo que se construye en torno a «el amor al prójimo».

Del amor al prójimo

En su novela El testigo, Juan Villoro afirma de manera particular que los que aman lo mismo se odian entre sí, y tomamos esta cita para plantear los modos particulares de vinculación, modos políticos, que se construyen en torno a este significante. Quizá uno de los temas más recurridos por AMLO, tanto en su etapa como candidato como en su periodo presidencial, ha sido el amor, en especial al prójimo, como uno de los fundamentos de su política. Cabe destacar cómo su discurso se ha ido modificando a lo largo del transcurso de sus candidaturas hasta asumir la Presidencia, al igual que su propia plataforma política ha sufrido movimientos significativos, por lo cual resulta necesario cuestionarse: ¿es acaso el mismo AMLO de 2006 de los tiempos del desafuero y de su primera candidatura a los discursos de su primer año como presidente? Del candidato que proclamó «al diablo con las instituciones», para después proponer una «República amorosa» y, posteriormente, una cuarta transformación, hay diferencias notables en donde, no obstante, nos encontramos expresiones discursivas que parecieran subsistir y una de ellas es el «amor».

«Y muchas gracias a todas, a todos ustedes. Así como ustedes me quieren a mí, les quiero yo a ustedes y un poquito más todavía, porque amor con amor se paga» (López Obrador, 06-04-2019). Esta frase es quizá una de las respuestas más recurrentes de Andrés Manuel en los encuentros con sus simpatizantes y es una frase escuchada desde las impresionantes manifestaciones de 2006 como respuesta a las consignas proferidas por la multitud tales como «no estás solo» AMLO frecuentemente respondía con esta consigna «amor con amor se paga», primero ante las amenazas de un desafuero que lo hubiese privado de participar en la contienda presidencial de ese año y posteriormente, como un respaldo popular ante el cuestionado proceso electoral. Asimismo, en la campaña de 2012 una de las premisas más relevantes de esta fue justamente la creación de una República amorosa en donde se proponía lo siguiente:

Cuando hablamos de una república amorosa, con dimensión social y grandeza espiritual, estamos proponiendo regenerar la vida pública de México mediante una nueva forma de hacer política, aplicando en prudente armonía tres ideas rectoras: la honestidad, la justicia y el amor (López Obrador, 06-12-2011).

Ahora bien, en este artículo nos preguntamos cómo es que en la política se trastocan esos límites aparentemente excluyentes, las emociones y la política, para lo cual nos parece importante entender una discusión en la que el fundamento es el amor como la base de un proyecto político, acaso un político «tiene derecho a declarar que sus acciones provienen del amor» (Ahmed, 2015: 191), o bien, ¿qué es lo que se postula en nombre del amor?

Convocar al amor supone invitar también como ya vimos a su opuesto, hablar de amor es también hablar de odio, en un sentido identitario de quiénes son los que aman y quiénes son los que no, se dibuja acaso un ideal de lo que debería ser un ciudadano, como lo expresaba AMLO en su campaña electoral para la Presidencia de 2012:

Una persona sin apego a una doctrina o a un código de valores, no necesariamente logra la felicidad. Inclusive, en algunos casos, el triunfar a toda costa, sin escrúpulos morales de ninguna índole, conduce a una vida vacía y deshumanizada (López Obrador, 06-12-2011).

En esta idea de lo que debería ser, se trasluce entonces el amor como fundamento moral de una idea de nación construida en oposición de aquellos que aman; es decir, está en contra de aquellos que no lo sienten así. «El amor es lo que mueve al grupo a buscar defender la nación en contra de otros cuya presencia se define entonces como origen de odio» (Ahmed, 2015: 192).

Sin embargo, si prestamos atención a la teoría psicoanalítica, no podemos dejar de entender la pulsión como ambivalente, convocar a la acción en el nombre del amor pareciera no buscar solamente construir un enemigo, sino más bien convertirlo. «La conversión del odio en amor permite a los grupos asociarse con buenos sentimientos y valores positivos» (Ahmed, 2015: 192), por lo cual se devela que lo que reproduce el amor no es sino al propio colectivo, la nación en este caso, como ideal que requiere producir un tipo específico de sujeto, uno que es capaz de amar al prójimo, aun si es el enemigo. En este punto, debemos recordar que la lucha antagonista siempre da lugar a «un modo de acción más amistoso o más compasivo» (Dallmayr, 2008: 75).

Es por esto que resulta crucial reparar en el amor como un elemento nodal para la construcción de los vínculos afectivos, políticos y sociales y, por tanto, fundamental para establecer las bases de un sistema jerárquico social, como el que ha buscado en su gobierno AMLO. De esta manera se entiende que la autoridad no solo pasa por las jerarquías legales, sino en mayor medida por los afectos, en donde el amor también se juega en la figura de un líder. La lógica de la subordinación pasa por caminos que no necesariamente se ajustan a la razón. Como ya señalaba Freud (1930), «la obediencia a las leyes de la civilización proviene no del miedo o la prudencia sino del amor, amor por esas figuras poderosas de antaño que primero exigieron obediencia» (citado en Ahmed, 2015: 195).

Por tanto, uno de los fundamentos que AMLO retomó para el gobierno de la autoproclamada cuarta transformación es la Cartilla Moral como basamento moral de lo que debería ser un buen ciudadano, el cual es invitado por AMLO a que

En los tiempos libres y de manera voluntaria que lean esta Cartilla Moral que hizo un gran escritor, Alfonso Reyes, que tiene que ver con el amor a la naturaleza, a la patria, a la familia, el amor al prójimo. Y en el tiempo que tengan libre los adultos mayores con los nietos [decirles]: ‘Vamos a leer la cartilla’, porque esto nos va a llevar a una sociedad mejor (López Obrador, 13-01-2019).

Cabe cuestionarnos acá por cómo se entrelazan la ley, la obligación y las emociones. El amor en este caso en la construcción de lo que denomina como «sociedad mejor», como una posibilidad de transformar la enunciación en norma, como ya lo plantea Derrida en Fuerza de ley, el uso de la palabra instaura una obligación «una modalidad de la significación de la acción política» (Mier, 2015). Es decir, se trata de una forma de dar sentido a lo social mismo. «La fuerza de una orden no está en el texto de la palabra sino en el acto que la enuncia [...] su fuerza emerge del acto mismo» (Mier, 2015: 97)

De esta manera, el amor toma la palabra y la acción colocándose como fundamento central de la política como ideal social.

De modo que la identificación es el deseo de ocupar un lugar en el que uno todavía no está. Como tal la identificación expande el espacio del sujeto: es una forma de amor que le dice al sujeto en qué se podría convertir dada su inclinación hacia el otro (Ahmed, 2015: 200).

Necesaria relación con el otro a partir de los procesos de identificación, producción especular que busca el vínculo con el otro no solo como relación, sino como una forma de regulación social.

Y lo mismo a los directivos de esta institución, a los voluntarios y celebrar siempre a nuestro pueblo por su fraternidad, por su solidaridad, por llevar a la práctica un principio milenario -que se piensa que es cristiano, pero no, viene de tiempo atrás y se retoma desde luego con el cristianismo- pero viene desde la época de los griegos, ya hablaba Aristóteles del amor al prójimo, que esa es la doctrina que nos debe de inspirar siempre (López Obrador, 20-03-2019).

La idealización de una nación como una congregación puede permitir que el sujeto busque una aproximación al objeto amado, el amante y el objeto se aproximan a un ideal, un vínculo que no solo liga, sino que obliga. Elementos culturales como lo fraterno y la moralidad nuevamente constituyen el pilar de la obligación del nosotros para definir lo que constituye un entramado nacional.

La nación convoca de esta manera a una identidad imaginaria, una nación necesariamente imposible que funciona como ideal, lo cual no obstante construye los cimientos de una vinculación que evoca una «philia al límite de su posibilidad» (Derrida, 1998: 29), una philia cuya potencia reside en la posibilidad misma que nos vincula en una misma comunidad, es nuestro ser mortuori, no es acaso un porvenir que se configura con los ausentes. «No podría amar sin amistad sin proyectar su impulso hacia el horizonte de esa misma muerte» (Derrida, 1998: 29) Se entiende entonces por qué la obra misma de lo político es crear la mayor cantidad posible de amistad (Derrida, 1998: 25).

Los muertos están vivos, afirma Derrida en Políticas de la amistad, y no solo estos, sino también sus discusiones, como lo ha evocado AMLO en sus discursos. En esta revisión que hemos hecho se da cuenta de un discurso atravesado por cuestiones históricas, como aquella discusión entre quienes se asumen como liberales o conservadores, siendo que incluso ahora estas fronteras parecieran confundirse. Cuando AMLO afirma ser un gobierno cuyo enemigo quizá un tanto fantasmático son los conservadores, bien cabe preguntarse sobre quiénes son estos. Si revisamos la concepción histórica realizada por Connaughton (2009: 324) sobre el conservadurismo podríamos afirmar que la esencia de la política conservadora en el siglo XIX es el amor a las instituciones dadas, es decir, se trata de una «racionalización de las instituciones existentes en términos de la historia. Dios, la naturaleza y el hombre».

No se busca, en el conservadurismo, construir un trabajo sobre qué es la sociedad o su devenir, sino, por el contrario, se construye una esencialización, la cual debe ser resguardada. Es allí donde la fraternidad sigue teniendo un aterrizaje puntual con las articulaciones de la familia. Siguiendo las discusiones entre liberales y conservadores en el México del siglo XIX, Connaughton (2009) da cuenta de cómo los discursos conservadores se construyen sobre la nostalgia de un pasado idealizado en donde los valores (morales y cristianos) suponían el sustento de una sociedad mejor, algo que paradójicamente se retoma en el discurso de AMLO en la cartilla moral. En ese sentido, al igual que los conservadores del siglo XIX pareciera prevalecer la idea de que «solo el fortalecimiento de la religión, y colateralmente la Iglesia, podía ser un cimiento inmóvil y fuerte que sostuviera la unión de los mexicanos y le prestara reciedumbre (Connaughton, 2009: 327), es decir, aún se sigue buscando un fundamento extrasocial que cohesiona la idea de Nación.

De esta manera, la moralidad social toma una dimensión política, ya que se trata de una serie de premisas que se circunscriben no solamente al espacio de lo íntimo, sino principalmente de lo público; se trata de un comportamiento a ser observado por la colectividad (Villoro, 1997: 176). La moralidad dada supone una confirmación de los sujetos en una posición dentro del propio sistema, pero esta condición no está en absoluto determinada universalmente. El despliegue de las condiciones morales establece una distribución específica del amor al prójimo como el entramado que despliega los valores inherentes a la felicidad. En estas líneas, AMLO articula:

Nosotros vamos a seguir buscando construir entre todos una sociedad mejor, más humana, más fraterna, más solidaria, desde luego, pacífica, no violenta y sostenida en valores, apoyada en valores, no en la acumulación de bienestar materiales, en dinero, en el lujo barato. Y vamos a seguir insistiendo de que solo siendo buenos podemos ser felices (López Obrador, 18-07-2019).

¿Es esta una felicidad a toda costa pasando por encima de los demás y con rostro amable? (Cfr. Ahmed, 2019; Illouz, 2006).

Así como parte del fundamento de la ley se convoca a otras figuras de autoridad, la moralidad en este caso como valores tradicionales capaces de ser garantes de la propia comunidad, «Así, la nación se espiritualizaba para mejor perpetuarse, y el catolicismo se volvía economía política nacional» (Connaughton, 2009: 359). Sin embargo, si seguimos a Derrida, ningún acto de lenguaje puede asumirse como lugar de fundamento de la significación, es decir, resulta problemático conferir a la moralidad social un fundamento de verdad. En este sentido,

[…] la deconstrucción no solo asume la exigencia de quebrantar la ilusión del vínculo constitutivo entre verdad y palabra, sino también de la atribución de un papel constitutivo a la relación entre acto y verdad, y entre el acto y su valor o su sentido ético (Mier, 2015: 99).

De esta manera, es difícil encontrar un sustento ideológico firme en las izquierdas mexicanas, en donde, como hemos visto, los postulados de moralidad se encuentran paradójicamente cercanas a las posturas de los conservadores del siglo XIX; pareciera, como afirmara Carlos Fuentes, que los tiempos mexicanos permanecen necesariamente abiertos, o bien se repiten después de todo. Ante este panorama, nos preguntamos: ¿cómo es posible la repetición de posturas ideológicas que parecieran subsistir aún en las posiciones de quienes se asumen en un perfil ideológico contrario? Cabe entonces reparar en la repetición, ¿qué es lo que retorna?, o bien ¿qué es lo que se repite?, ¿qué es lo que insiste en estos discursos?

Políticas contingentes del amor

La izquierda política en México ha tenido un frecuente malestar que podríamos definir como repetición. Para Freud, el creador del psicoanálisis que, insistimos, hablaba más de política de lo que él mismo suponía, la repetición habita a los sujetos ya que estos no «reproducen» el «recuerdo», sino lo ponen en «acción», el sujeto «repite, sin saber, desde luego, que lo hace» (Freud, 1914: 153). La repetición es un proceso inconsciente y, por ello, escapa a las lúcidas o sosas tretas confortantes de la razón -institucionalizada- y, como efecto paralelo o semejante, se cruza en los límites de la misma para designar un recorrido aleatorio. El malestar de nuestra izquierda es la repetición, su obstinada secuencia para no condescender a lo imposible y contentarse con lo mismo, pero en su reverso, en su contraofensiva más recelosa. En este sentido, la digna rabia de la izquierda puede pensarse muchas veces como un reflejo de la impotencia. El interés de este apartado está definitivamente alejado de una sórdida lectura política y, por el contrario, pretende leer la discursividad de AMLO en sus fronteras discursivas polivalentes y azarosas.

La neutralidad repetitiva está patentada más allá del primer año de gobierno de López Obrador. Solo por señalar un ejemplo certero, las políticas de AMLO están muy cerca, cuando menos en su carácter ideológico, de las políticas de Luis Echeverría. Como muestra Vidal (2019: 17),

[…] en los años setenta -un periodo conocido genéricamente como populista- las respuestas gubernamentales a las demandas sociales dieron paso a la apertura democrática, la cual facilitó la inserción de la izquierda en la política nacional, y a la reforma política, que visualizó la creación de un partido de izquierda como pivote de la oposición al PRI.

Aunque ideológicamente López Obrador y Echeverría son muy parecidos, la repetitividad de la izquierda no es similar a su contrabando. AMLO se distingue de su homólogo setentero en una condición esencial de la política, a saber, las finalidades de su proyecto político.

Más allá de los derroteros de carácter electoral, Obrador refleja una repetición contingente y activa, móvil, provocadora, un detonante donde el amor y su contingencia es indispensable. Es por este punto que su perspectiva política no es, desde nuestra perspectiva, salvadora, sino alegórica, timorata, incluso inconsecuente. El corte de la política obradorista es repetir con un corte, un quiebre o un trauma en el sentido; por eso tal vez se distancia de la oscurantista repetitividad de la izquierda consecuente a conseguirlo todo o la nada. El repetir, siguiendo el presagio freudiano, solo puede transformarse reelaborando, con el habla contingente, las disposiciones de la adecuación a la determinación de la significación. Para ello es fundamental el antagonismo centrado en el amor pues, desde nuestra perspectiva, su hegemonía radica en alojar otra posibilidad en el panorama del amor sin obturarse con el odio.

Una definición contingente del término amor no queda establecida en los límites de la aspiración por contener al otro o simplemente servirle. El amor, desde la perspectiva psicoanalítica, da cuenta de un corte fundamental, decisivo, incluso doloroso. Para el psicoanalista francés Jacques Lacan (1972: 175), «la contingencia» está en el orden de aquello que «cesa de no escribirse», lo que implica y conlleva que todo encuentro a nivel de la relación con el otro, es decir, en su función política, se encuentra condenado a la perpetua división. No hay completud debido a la contingencia y esto hace del amor el elemento que puede afrontar no sin cierta dificultad esa escisión política fundamental. En este sentido, el amor marca una diferencia que no se establece en el sentido de la completud o la acumulación, sino de la remarcada diferenciación política. Asimismo, como muestra Monique David-Ménard (2020: 82), «lo contingente es la invención de un objeto tomado de los mecanismos de la repetición y que establece el nexo (sin hacer unidad)». De suerte que la vida amorosa inventa y produce desde lo que se repite, tal vez allí pueda construirse una noción singular y no cerrada de pueblo. Es por ello que el amor es algo que afecta indeciblemente lo que piensa y articula una sociedad, pues «nada que haya sido afectado por la esperanza con su sistema de proyecciones puede operar con el desamparo que producen los acontecimientos impredecibles» (Safatle, 2015: 152).

La contingencia tiene un carácter indecidiblemente afectivo. Los discursos de AMLO dan cuenta del soporte de la contingencia y la ambivalencia incluso en el territorio del vínculo con los empresarios:

Si bien es cierto que es obligatorio, lo más importante es el amor al prójimo. Ya se da una relación de retribución y de afecto entre empleador, empleadora y trabajador o trabajadora del hogar, pero que se convierta esto en una campaña (López Obrador, 05-12-2019).

AMLO instala aquí una dinámica repetitiva y, en el mismo momento, diferente a las lógicas del amor neoliberal por la acumulación, centraliza una política afectiva disímil. De este modo, AMLO parece alejarse de las formas de «la política para narcisistas al servicio de la pura conspiración del odio» (Alemán, 2021: 24). El amor suele ser una de las pasiones más regulables en la sociedad contemporánea. El neoliberalismo no solo busca sistematizarlo, sino también encauzarlo a la dimensión de lo finito y profundamente administrable. Es por ello que la clase dominante, la crítica que realiza AMLO, parece ser una respuesta a la dinámica de mercantilización del amor en las sociedades contemporáneas.

Es por esto que no debe extrañarnos el uso contingente obradorista del término amor. Desde nuestra mirada, el amor no es una panacea identificatoria, sino una escisión, una ruptura constante que el neoliberalismo también ha intentado apropiar. El antagonismo de AMLO consiste en corromper la melosidad del complemento amoroso. Siguiendo la conocida y resonante frase de Lacan, en donde «amar es dar lo que no se tiene», López Obrador edifica una posición moral, desde luego, pero con una consecuencia política diferente. Como describe AMLO:

Sí, es lo que hemos planteado siempre, que debe de alentarse una nueva corriente de pensamiento fincada en el respeto, la fraternidad, el amor al prójimo. Esta idea que se resume en la frase que solo siendo buenos podemos ser felices, humanizarnos; el régimen neoliberal, el conservadurismo carece de esa fraternidad, les importa solo lo material (López Obrador, 16-04-2019).

A pesar del engañoso tufo remitente a la Ilustración que puede condensar semejante discurso, AMLO inserta un giro no previsto en el neoliberalismo. En una aproximación primigenia y aventurada, el discurso de Obrador puede parecer eternamente moralizante, pues sus elementos esenciales estriban en la «fraternidad al prójimo». Sin embargo, el discurso inserta la diferencia, una economía política discursiva e histórica. En otras palabras, AMLO, al trazar el corte del neoliberalismo, puntualiza la diferencia del amor por las mercancías en su «materialidad» comercial y la distingue de los justos anhelos de la felicidad. Separa el humanismo rapaz de la burguesía del humanismo benevolente. Una operación tan singular solo podría ser manifestada a partir de la contingencia. El discurso de AMLO convoca a la tercera persona del plural invocando una felicidad que no es autónoma e individual, sino colectiva y plural. La bondad articula una idea del bien común, una benevolencia propia de la clase que hace mella precisamente en una hermandad que rechaza la completud impuesta por la clase dominante y su decidido estilo del amor en tanto completud.

El hincapié final resulta clave, «el conservadurismo», que en el recorrido discursivo de López Obrador siempre remite a la clase burguesa, es puesto aquí como carente, insuficiente e incapaz; su falta reside en la «fraternidad». La burguesía conservadora «carece», en palabras de AMLO, de una fraternidad pues esta se opone a «lo material». En conclusión, el «amor al prójimo», más allá de su imaginario moral, gracias a la inserción de la crítica al neoliberalismo catapulta también la noción burguesa del amor para mostrar la fractura del modelo imaginario de la complementariedad por el amor de la puesta en juego de la diferencia producida por el régimen político. A diferencia de las críticas que se realizan al populismo en torno a la vacuidad, el discurso de AMLO en torno al amor recupera una profunda discusión ontológica de lo político. Como muestra oportunamente Laclau (2011: 104), «en una sociedad que postula el Estado benefactor como su horizonte último, solo la lógica de la diferencia sería aceptada como un modo legítimo de construcción de lo social». Este sentido equivalencial, usando los términos de Laclau, permite la consolidación de lo social en toda su fuerza fundamentando una articulación potente del antagonismo que insiste en la diferencia y el no cierre de la regulación política.

Veamos ahora el siguiente pasaje de AMLO:

La gente es mucha pieza, el pueblo de México es extraordinario, le profeso un profundo amor a nuestro pueblo. En toda mi vida pública siempre el pueblo me ha sacado adelante: en los momentos más difíciles siempre he contado con el apoyo de la gente (López Obrador, 17-09-2019).

La construcción de la noción de pueblo parece suministrar significantes que se asocian a una disposición afianzadora de sentido. El pueblo es «mucha pieza» y «apoya» para «salir adelante. Todo esto produce una cadena de sentido que incluso engloba un sentido profundamente neoliberal, la cual reside en el emprender. Lo interesante de este pasaje es el afianzamiento en una condición de apropiación de salir adelante desde la contingencia del apoyo del pueblo. Es la herencia del pueblo lo que produce lo fraterno, y esto conlleva a preguntarnos una y otra vez cómo la misma contingencia por la cual se describe el amor es afectada por la noción descriptiva del significado adherido a la noción del pueblo mexicano. La completud del término pueblo parece ser un cúmulo de significantes que distribuyen y organizan los lazos de conexión para fundamentar y, en el mismo momento, demuestran que la solidaridad se opone políticamente a todo lo que no sea representado en esas capturas de significación. Lo que se produce aquí es la vacuidad del significante pueblo que está anudada con otros significantes para articular un sentido plural.

La paradoja entre el amor contingente producido en un primer momento y estos sentidos catapultados en el discurso anterior reflejan que, pese a que la política del amor refleje contingencia, la articulación final del pueblo deja intactas las dinámicas estructurales del Estado e incluso las dota de una fuerza mucho mayor. Parafraseando las palabras de Lauren Berlant (2011: 58), «pensar» en la «vida buena» que se construye en la «felicidad» propia e incluso individualizada por las demandas populares, «no hace nada por alterar las estructuras hegemónicas de la normatividad». De suerte que, pese a señalar una apología del pueblo, AMLO no desequilibra la perpetuidad de las formas hegemónicas de articulación política de Estado. Por el contrario, todos estos sentidos producidos alrededor de una representación de pueblo remiten necesariamente a una consolidación de la fuerza política del Estado. Con todo lo revisado en el apartado, la política amorosa de AMLO parece articular, además de un sentido moral una repetición, esta vez como reelaboración, que produce hegemonía y parece trastocar las dinámicas acumulativas del neoliberalismo.

Reflexiones finales

En el presente artículo nos hemos propuesto analizar las implicaciones discursivas, políticas y afectivas de las declaraciones de AMLO centrándonos en las idas y vueltas del significante amor durante su primer año al frente del gobierno de México. De esta forma, fue posible ver de qué modo la fuerza de este significante se encuentra articulada en las formas que pueden transformarse en un acto de reelaboración y construcción de hegemonía.

En paralelo, pudimos dar cuenta de la complejidad de la idea del amor al prójimo, tan promulgada en este gobierno, lo cual nos llevó a pensar al amor en tanto vínculo que liga y obliga, así como permite el despliegue de las cualidades contingentes en la vida pública del país y en su construcción. Esta última vertiente, de alguna manera, nos permite reflexionar en el lazo político azaroso y no determinado. Es decir, parece que el discurso de AMLO apuesta a un modo diferente de articulación política y está organizado de un modo diferente a las políticas amorosas en el neoliberalismo.

Las acciones políticas que se construyen alrededor del «amor», nos llevaron a pensar también una cuestión interesante y fue la de observar en este amor al prójimo y a las instituciones elementos propios de la política conservadora del siglo XIX como un regreso inconcluso y diferente en el actual gobierno. Esto da cuenta de que tanto las cuestiones históricas, los estilos políticos y ciertas performances repetidos en diferentes momentos de la realidad, tanto en el neoliberalismo como en la actual política autodenominada de izquierda en México, aunque su repetición parece no tener los mismos fines. Mientras el neoliberalismo apostaría a un amor sumamente narcisista y acumulativo, el amor de la 4T parece apuntar a lo colectivo y plural, a lo contingente. No pretendemos plantear que sean lo mismo, solo que ciertos elementos se repiten, e intentamos rastrear los efectos de esta repetición no solo en términos históricos, sino también políticos.

Dentro de la amplia gama de temas gubernamentales y afectos posibles que conllevan, nos detuvimos en el «amor» y en la particular construcción del «nosotros» y «ellos», donde parece que se neutraliza y «absorbe» al «enemigo»; también se lo despersonaliza, pues cuando se habla de «enemigo» se hace referencia a la «mafia» y a la «crisis». Si bien en los discursos de AMLO se hace mención a nombres propios y a los partidos políticos, a la hora de tomar una posición se apela a un tercero (mafia o crisis, por ejemplo) desdibujando por momentos así las diferencias entre «nosotros/ellos».

Hemos dado cuenta de la política en términos morales, se construye una moral en torno a una buena y una mala política, esto ha quedado bien ejemplificado con la «cartilla moral». Recordemos una de las primeras medidas del actual gobierno por la que se cerraron varias estancias infantiles por haber detectado corrupción en su administración, se asumía que el mejor cuidado para un/a niño/a era el proporcionado por sus abuelos. El principio de este argumento es moral y se establece una naturalización positiva de la familia. Si así fuera, ¿cómo se explica el maltrato intrafamiliar? Se apela a un principio familiar y moral por sobre las responsabilidades estatales y políticas. Asimismo, esta construcción tiene un propósito y es la de desarticular y debilitar a las instituciones intermedias, y construir un lazo directo con los beneficiarios de las políticas, pues la idea era que el recurso llegara directamente a las madres. En esto, observamos un modo clientelar de política. Por mencionar uno de los tantos ejemplos y decisiones tomadas por el actual gobierno. También el hecho de mantener a las escuelas cerradas durante la actual pandemia apela quizás a un entendimiento «familiarista» del asunto, pues se asume que el mejor lugar para los niños y las niñas en estos tiempos es permanecer en sus casas con sus familias.

La contingencia del amor y la articulación en el pueblo transforman las dinámicas estructurales del Estado. Si bien los términos parecen ser comunes y aglutinar las mismas condiciones: felicidad, moralidad, bienestar, honestidad, etcétera. Parece que la articulación de este momento político apuesta a nuevos modos de proponer una política afectiva dotando desde el amor una posibilidad contingente a los modos en los que es apropiado este afecto en el neoliberalismo. Mientras las políticas de la derecha perpetuan la generación de odio contra todo aquello que representa la oposición, la política de AMLO propone reorganizar y reelaborar desde el amor. La duda final quizá sea la más insidiosa: ¿por qué la apuesta de la derecha sigue focalizando hacia el odio y ha logrado ganar más terreno en nuestros días en cuanto a la construcción de la democracia en el país? ¿Será que apostamos por la repetición y no por la reelaboración? Queden estas contingencias como apuntalamientos al lector.

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