INTRODUCCIÓN
Chile se encuentra en una de las regiones más desiguales del mundo, y además es uno de los países más desiguales de América Latina (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos [OCDE], 2015; Amarante & Colacce, 2018; Picketty, 2019). Esta realidad permite tener una mayor compresión del proceso de fractura social que se evidencia, con mayor fuerza, con el Estallido Social de octubre del año 2019, y que devela el malestar, producto de las desigualdades percibidas y la desconfianza instalada, con la consiguiente interpelación que la ciudadanía realiza a la autoridad, principalmente política (Aravena & Baeza, 2015). Es en este contexto, mundial y nacional, donde la cohesión social, entendida a grandes rasgos como los vínculos que unen a las personas y comunidades, se instala como una preocupación y un foco de interés en la agenda política por la relación que se le atribuye con la desigualdad, la violencia y el malestar. Tanto es así que en Chile la preocupación gubernamental por la cohesión social generó la instalación, en el año 2020, de un Consejo para la Cohesión Social (Ministerio de Desarrollo Social y de la Familia, 2020), con el objetivo de analizar la situación chilena y establecer recomendaciones pertinentes en materia de cohesión social. Este Consejo declara la intención de elevar la importancia de la cohesión social, sacándola del ámbito estrictamente académico e instalándolo como un objetivo en la política social. Una de las principales conclusiones de este Consejo alude a la necesidad de visibilizar y monitorear las dimensiones de la cohesión social. No obstante, no existen medidas de este concepto que aborden su multidimensionalidad para el ámbito chileno, aunque sí hay evaluaciones parciales que recurren a diferentes fuentes e instrumentos de evaluación de la política pública (Ministerio de Desarrollo Social y de la Familia, 2020).
El monitoreo de la cohesión social exige contar con una medición válida y confiable del fenómeno, cuestión no abordada en las medidas existentes en Chile. No obstante, es un concepto complejo, especialmente por su carácter multidimensional y, por tanto, las escasas mediciones que se han realizado responden a operacionalizaciones variadas que, dependiendo del alcance territorial al que se alude, incorporan diferentes dimensiones del concepto (Vergara, 2019; Candia, 2021). En la propuesta del Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval) de México (Mora, 2015), se expone de forma exhaustiva el sustento teórico del que surgen las dimensiones nucleares del concepto y propone algunas formas de medir la cohesión social. La propuesta de Mora (2015) presenta la característica de considerar aspectos objetivos como subjetivos, incluyendo la percepción de los individuos dentro de un territorio, lo que permite mediciones no normativas y actualizadas a niveles territoriales más desagregados. En el caso de Chile, los municipios constituyen la unidad territorial política-administrativa más pequeña; por tanto, la medición de la cohesión social a este nivel permitiría la evaluación de aspectos no normativos de la misma, y el monitoreo de sus dimensiones como, por ejemplo, la organización, participación e integración de las personas en redes de apoyo, fortalecimiento de los vínculos sociales, confianza, valores compartidos y sentido de pertenencia (Mora, 2015).
La inclusión de aspectos subjetivos en la medición de la cohesión social y otros fenómenos sociales conlleva la necesidad de estudiarlo de forma indirecta; de allí la relevancia de la rigurosidad psicométrica en la construcción de un instrumento que capture el concepto a medir de manera válida y consistente. Para fenómenos multidimensionales, como es el caso de la cohesión social, el análisis factorial exploratorio permite establecer una estructura subyacente al generar nuevos factores a partir de un conjunto de variables o reducir el número de estas. Por tanto, no se fija con antelación una estructura interna esperada, y correspondería a una base empírica del constructo. En el caso del análisis factorial confirmatorio, existe un conocimiento teórico previo que permite hipotetizar una estructura interna esperada y se analiza hasta qué punto esa estructura se ajusta a los datos (Martínez y Sepúlveda, 2012).
Considerando lo anterior, este estudio tuvo como objetivo elaborar un instrumento de medición de la cohesión social a escala municipal, adaptado a la realidad chilena basándose en la propuesta de Mora (2015). Asimismo, buscó analizar la estructura interna del instrumento tanto de forma exploratoria como confirmatoria. Ambos objetivos contribuyen a generar una medición exhaustiva y precisa a la vez de un fenómeno complejo y multidimensional.
ANTECEDENTES DE LA COHESIÓN SOCIAL
La reconocida complejidad del concepto de cohesión social se puede entender, por una parte, por los diferentes enfoques con los cuales se le ha abordado. Desde Émili Durkeim en La división del trabajo social, donde refiere los factores que mantiene la unidad en una sociedad y luego en El suicidio, en el cual expone cómo se mantiene la cohesión social (Lockwood 1964; Chan et al., 2006; Candia 2021), aunque se reconoce que autores anteriores como Marx y Weber, entre otros, ya habían teorizado sobre unidad y vínculos sociales de las personas en sus obras (Mora, 2015). Por otra parte, la complejidad igualmente puede entenderse por la dificultad de consensuar el significado de la cohesión social (Barba, 2011); así, Tironi (2008) argumenta que esto se debe a que se intenta vincularla con la idea de armonía social, lo que es difícil de observar en los países con grandes y persistentes desigualdades sociales, pobrezas y exclusiones sociales (Willkinson, 2005; Uribe 2009; Amarante y Colacce, 2018).
La importancia de la cohesión social para las políticas públicas-sociales se visualiza fuertemente desde la década de los noventa cuando Europa comienza a ser un referente para alcanzar el desarrollo esperado por los países (Berger-Schmitt, 2000). En el Tratado de Roma de 1992 de la Unión Europea, se reconoce la importancia de las organizaciones de la sociedad civil para la gobernanza y el resguardo del bien común, con el propósito de reducir la desigualdad en la distribución de los recursos entre los países y al interior de éstos. Luego, en los consejos europeos de Lisboa (2000) la Unión Europea se plantea un nuevo objetivo estratégico: ser una economía con bases en el conocimiento, más competitiva, con capacidad para crecer económicamente de forma sostenible y con mayor cohesión social. En Niza (2000) se reafirma lo establecido en Lisboa, y se establece como un desafío, junto a la protección de las personas y a la reducción de la desigualdad como prioridad, considerando que el crecimiento económico y la cohesión social se refuerzan mutuamente. En el convenio de Estocolmo 2001 y la cumbre de Laeken 2000 se sostiene el compromiso con la promoción y fortalecimiento de la cohesión social, siempre vinculado al crecimiento económico, pero cuidando aspectos del bienestar social de la población (Berger-Schmitt, 2002). En el año 2004, EUROsociAL, programa de la Unión Europea para la cohesión social en América Latina, declara que la cohesión social es uno de los ejes estratégicos de la alianza entre la Unión Europea y América Latina y se generan estrategias con la finalidad de contribuir al diseño, la reforma y la implementación de políticas públicas en América Latina que tuvieran impacto sobre la cohesión social (Ferrelli, 2015).
El reconocimiento de la cohesión social a escala mundial ha generado una vasta literatura respecto a aproximaciones conceptuales y formas de operacionalizar el concepto (Mora, 2015; Cepal, 2007) que refieren los lazos de unidad de una población determinada en diferentes niveles territoriales, en función de componentes del crecimiento económico y desarrollo de los territorios, identificando dimensiones del constructo. También se ha incurrido erradamente en utilizarlo como sinónimo de integración social (Barba, 2011). Sin embargo, para la integración social lo central son los mecanismos que permiten los vínculos sociales y los mecanismos sistémicos por los cuales se desarrollan acciones colectivas articulando las relaciones de las personas (Schnapper, 2007); por tanto, corresponde a un constructo más reducido que el de cohesión social (Barba, 2011; Candia, 2021).
A nivel macrosocial, el consejo Europeo en el año 2005 publicó una guía metodológica para la operacionalización de la cohesión social, incorporando macroindicadores como inclusión/exclusión social, capital social y calidad de vida, enfatizando que la cohesión social se debilita como consecuencia de las crecientes desigualdades y constituye un medio para enfrentar las divisiones sociales e iniciar un proceso de disminución de las brechas sociales presentes. Por su parte, el Banco Mundial también reconoce la importancia de la cohesión social y de establecer indicadores pertinentes al respecto (Easterly et al., 2006).
A nivel microsocial se reconocen las dimensiones de pertenencia, participación, legitimidad, reconocimiento e inclusión de Jeson (1998) y las propuestas de Chan y otros (2006), quienes identifican las dimensiones de confianza, ayuda, colaboración y una identidad común. Estos sentimientos se manifestarían en comportamientos objetivos tanto de tipo vertical entre las personas y las instituciones y horizontales entre las personas con otras y otros grupos de personas (Socarrás, 2004; Maya-Jariego y Holgado, 2015; Mora, 2015; Candia, 2021).
PROPUESTA CONCEPTUAL Y DE OPERACIONALIZACIÓN DE LA COHESIÓN SOCIAL UTILIZANDO LA PROPUESTA DE MORA (2015)
La propuesta de Mora (2015) plantea que la cohesión social es posible siempre y cuando haya un conjunto de individuos vinculados entre sí, de manera directa o indirecta por medio de sus acciones cotidianas; por tanto, supone que las personas se reconocen como parte de una colectividad con el sentido de una responsabilidad compartida y no les resulta indiferente la situación social de los otros miembros de la colectividad. Mora califica la propuesta de no normativa permitiendo la observación de aspectos sustantivos de la cohesión social en distintas unidades socioterritoriales, considerando aspectos objetivos como subjetivos reportados por las personas.
Las corrientes sobre las cuales se sustenta esta propuesta son el Capital Social, de donde se rescatan las dimensiones «confianza y vínculos sociales» y la corriente Estructural Funcionalista de donde se obtienen las dimensiones «valores compartidos y sentido de pertenencia». Estas cuatro dimensiones forman parte del núcleo conceptual.
Autores como Jenson (1998), Haro y Vásquez (2017) argumentan que el concepto de cohesión social y su medición no normativa ha surgido como respuesta a una preocupación existente por los conflictos emergentes vinculados a la gran desigualdad socioeconómica, entre los que destaca la violencia (Sampson, 1997). El modelo económico neoliberal imperante que sustenta la desigualdad y cuyas mediciones macros a partir de indicadores netamente objetivos de las instituciones, y que no consideran la percepción del individuo, sería ya insuficiente para comprender los alcances que pueden llegar a tener estos conflictos en las personas y en la relación entre éstas.
Por lo anterior, este trabajo recoge la propuesta de Mora (2015), y se construye con base en ella un instrumento para la medición de la cohesión social a una escala territorial pequeña desde un municipio a un barrio, buscando capturar los tipos y fuerza de los vínculos entre los miembros de estos territorios, y la importancia que estos le dan a valores individuales como la confianza, las redes de apoyo, tolerancia, aceptación de las diferencias y la participación social en organizaciones. En segundo lugar, este estudio analiza la validez y confiabilidad del instrumento, así como su capacidad para reflejar las dimensiones que se han propuesto para el constructo de cohesión social.
MÉTODO
CONSTRUCCIÓN DEL INSTRUMENTO
La escala se construyó seleccionando los ítems propuestos en el documento «Cohesión social: balance conceptual y propuesta teórica-metodológica» (Mora, 2015). Luego, se sometió a juicio de ocho expertos del ámbito académico y de la intervención social, quienes entregaron observaciones y evaluaron la coherencia, claridad e imparcialidad de los ítems respecto a las dimensiones, derivando en ajustes a los ítems. En seguida, se procedió a una validación cognitiva, para lo cual se eligieron 20 personas de 5 municipios de una región al sur de Chile (Bío-Bío), con el propósito de evaluar la comprensión de los ítems y de las opciones de respuesta. En este proceso igualmente se hicieron ajustes de redacción.
El instrumento quedó compuesto por 74 ítems de naturaleza objetiva y subjetiva (percepción) divididos en siete dimensiones. Las opciones de respuesta fueron tipo Likert con cinco opciones de 1 a 5, las cuales varían de acuerdo con el tipo de pregunta. Por ejemplo, para la afirmación ¿Los vecinos de mi barrio/condominio son personas en las que se puede confiar?, de la dimensión «confianza», las alternativas son: 1, «muy en desacuerdo»; 2, «en desacuerdo»; 3, «ni en acuerdo ni en desacuerdo»; 4, «de acuerdo», y 5, «muy de acuerdo». El tiempo de respuesta promedio fue de quince minutos. A continuación, se presentan las dimensiones del instrumento:
Vínculos Sociales (4 ítems): existencia de lazos sociales formados a partir de la interacción cotidiana que tiene el individuo con otros familiares, amigos cercanos, vecinos y organizaciones sociales.
Confianza y Apoyo (18 ítems): expectativas de que las otras personas (cercanas o distantes) se conducirán en su trato con el individuo respetando un conjunto de valores y obligaciones que resultarán en una interacción no conflictiva.
Sentido de Pertenencia (11 ítems): es la percepción de las personas de formar parte de, y sentirse integrado a una colectividad social.
Solidaridad (25 ítems): entendido como valor que orienta la acción de las personas a ayudar o colaborar con otros o con la sociedad.
Cooperación (6 ítems): entendido como valor que orienta la acción del individuo con la finalidad de emprender proyectos colectivos que buscan resolver de manera conjunta problemas sociales comunes.
Experiencias de discriminación (5 ítems): entendido como la experiencia personal del valor que orienta la acción de otras personas hacia una disposición para establecer vínculos e interacciones con respeto a las diferencias socioeconómicas, étnicas, religiosas o políticas.
Sentido de Tolerancia (5 ítems): entendido como valor que orienta la acción de las personas hacia una disposición para establecer vínculos e interacciones con respeto a las diferencias socioeconómicas, étnicas, religiosas o políticas con otras personas.
PARTICIPANTES
El proceso consideró dos muestras, ya que para validar los resultados son necesarios procedimientos de replicación en una muestra distinta (Fornell y cols., 1988; Worthington y Whittaker, 2006). La primera muestra fue por conveniencia donde se aplicó el análisis factorial exploratorio (AFE); participaron 310 personas pertenecientes a los municipios de Concepción, San Pedro de la Paz, Chiguayante, Coronel y Talcahuano, de la región del Bío-Bío. La edad promedio fue de M= 33.3 (D.E.= 16.6 años) con un rango de entre 18 y 88 años. El 74.5% fueron mujeres, en su mayoría (44.5%) con educación universitaria en curso y un 16% con educación media. Esta muestra tuvo además el propósito de pilotear la escala y ajustar la muestra definitiva del estudio.1
La segunda muestra con la que se aplicó un Análisis Factorial Confirmatorio (AFC) contempló una selección en dos niveles:
Nivel macro. Se seleccionaron 19 municipios de la región del Bío-Bío de manera intencional, usando el criterio de representatividad en la Encuesta de Caracterización Socioeconómica 2015.2 Coronel, Talcahuano, Concepción, Chiguayante, Lota, Penco, San Pedro de la Paz, Tomé, Hualpén, Lebu, Arauco, Cañete, Chillán, Chillán Viejo, Mulchén, Nacimiento, Laja, Curanilahue y Los Ángeles.
Nivel Micro. Se seleccionaron personas pertenecientes a hogares de los 19 municipios seleccionados. Esta etapa contempló un muestreo aleatorio para recolectar información a nivel individual. Se utilizó la georreferenciación con el programa Google Earth, se dividió a las comunas en polígonos; cada polígono corresponde a un conjunto de alrededor 100-150 viviendas, con cercanía territorial. Luego, se realizó un muestreo aleatorio simple, seleccionado al azar 5 polígonos, y dentro de cada polígono se seleccionó al azar 10 hogares. Dentro del hogar se seleccionó, al azar, entre los mayores de 18 años, a la persona para responder la entrevista. El proceso consideró la posibilidad de reposición de la vivienda o el integrante del hogar, para resguardar la participación de al menos 40 personas por comunas. Se aplicaron criterios de inclusión: mayor de 18 años de edad, vivir en la comuna al menos 1 año, vivir en ese hogar al menos 1 año; como criterio de exclusión se consideró cualquier limitación física o cognitiva que impidieran participar. El tamaño final de la muestra fue de 784 personas, de edad promedio de M= 37.6 (D.E.= 15,2 años) con un rango de entre 18 y 90 años; 67.2% fueron mujeres, en su mayoría con educación media completa (21.3%) y universitaria completa (20.3%).
Todo el protocolo de la investigación fue revisado y aprobado por el comité de ética de la Facultad de Medicina de la Universidad de Concepción. El proceso de levantamiento de datos para ambas muestras se realizó por encuestadores entrenados, y tuvo lugar en domicilios y sedes comunitarias durante el año 2018. Se leyó y solicitó la firma de un consentimiento informado. No hubo retribución económica o material por participación.
ANÁLISIS ESTADÍSTICO
Para todos los análisis se utilizó el programa estadístico R 3.3 (The R Foundation, 2016). Primero, se realizaron análisis descriptivos sobre los ítems y dimensiones.
Considerando que cada dimensión del constructo cohesión social es independiente, los análisis se realizaron considerando el instrumento con característica de inventario donde cada una de las dimensiones actúa como una escala independiente. Por tanto, se aplicó un AFE en las siete dimensiones teóricas, utilizando el análisis paralelo de Horn para determinar los factores con valores propios mayores a los que se obtendrían por azar (Horn, 1965). Debido a que los modelos emergentes no se ajustaron a lo esperado, se hizo la aplicación de un análisis factorial de segundo orden (Tomás, Oliver y Hontangas 2000), utilizando rotación por objetivo.
Luego, se realiza un AFC utilizando una muestra independiente para ratificar el modelo final obtenido en el exploratorio de segundo orden, usando el paquete lavaan de r (Rosseel 2012). Se utilizó el método de máxima verosimilitud robusta, ya que los ítems de la escala presentan 5 opciones de respuesta, y se procedió a analizarlos como variables numéricas. Como indicadores de bondad, se utilizó el Chi-cuadrado, indicadores de ajuste relativo como el Índice de Bondad de Ajuste (Tucker Lewis index [TLI]) y el Índice de Ajuste Comparativo (Comparative Fit Index [CFI]) y el error cuadrático medio de aproximación (Root Mean Square Error of Approximation [RMSEA]), todos ajustados. Para la interpretación del resultado de x2/gl, se ha considerado que un resultado de 4 es un ajuste razonable; sin embargo, valores obtenidos cercanos a 2 se consideran aceptables (Brooke, Russell y Price 1988). Para la interpretación de los indicadores de bondad de ajustes, se considerará lo reportado por la literatura. Por lo anterior, para los índices CFI y TLI se considera un buen ajuste cuando los resultados se ubiquen por sobre el valor de 0.90. Para el índice RMSEA, se presentan dos criterios; un valor por debajo de 0.08 es considerado aceptable (Brown y Cudeck, 1993). También se ha señalado que valores cercanos a 0.05 serían considerados como un buen ajuste (Byme, 2001), criterio utilizado para este estudio. Finalmente, se calculó la fiabilidad de las dimensiones obtenidas, mediante el coeficiente omega (McDonald, 1999), no mediante el coeficiente alfa de Cronbach, ya que permite analizar el grado de consistencia interna con base en las cargas factoriales y no depende del número de ítems.
RESULTADOS
Primero, se calcularon los índices de adecuación muestral de las dimensiones teóricas, observándose que los niveles de factorización son aceptables para seis de las siete dimensiones, lo cual indica que es apropiado realizar el análisis factorial en la presente muestra. La dimensión que presenta malos indicadores es «Vínculos Sociales», por lo que se decidió eliminarla (KMO < 0.70, tabla 1).
Tabla 1
RESULTADOS AFE POR DIMENSIONES TEÓRICAS DE LA ESCALA DE COHESIÓN SOCIAL A NIVEL DE MUNICIPIOS
Un total de 17 factores emergieron de las seis dimensiones teóricas y sobre éstos se procedió a estudiar la relación entre los factores resultantes y sus respectivas dimensiones. Se esperaba que estos factores tuvieran una relación más fuerte con la dimensión teórica de la cual derivaban (e.g., confianza, vínculos sociales, etc.), y una relación más débil con los factores emergentes que representaban grupos específicos (Familia, amigos, barrio e instituciones) dentro de cada dimensión. Sin embargo, esto no ocurrió, por lo que se decidió realizar un análisis factorial de segundo orden de modo de reconocer constructos de mayor nivel que expliquen de mejor forma la variabilidad del conjunto original de datos (para mayor detalle sobre el AFE por sus siete dimensiones y sus factores ver material suplementario: tabla 1S, tabla 2S, tabla 3S, tabla 4S, tabla 5S, tabla 6S, tabla 7S).
ANÁLISIS FACTORIAL EXPLORATORIO DE SEGUNDO ORDEN
Con los 17 factores obtenidos, que recuperaron un total de 65 ítems correspondiente al 94.5% de los ítems piloteados, y gracias al análisis factorial exploratorio de segundo orden se obtuvieron 6 factores: 2 grandes factores de segundo orden, que concentran 50 ítems correspondientes al 71% del total de la escala piloteada, y 4 factores independientes (tabla 2).
Tabla 2
El primer factor de 2do orden, «Sentido de responsabilidad y colaboración hacia el barrio/comuna», incorpora las subescalas con ítems de consulta a personas en su calidad de vecino, respecto a frecuencia de acciones de apoyo y colaboración reciprocas, sentido de responsabilidad, valoración, identificación relacionados con el barrio/comuna y las organizaciones sociales presentes en estos territorios. En síntesis, este factor refiere a la valoración otorgada a las interacciones entre la persona con su entorno territorial más próximo.
El segundo factor de 2do orden, «Sentido de reciprocidad de apoyo y sentimientos de confianza con personas cercanas (familia, amigos y vecinos)», agrupa los ítems que refieren a valoración que una persona tiene respecto a las interacciones con otras que considera las más cercanas como la familia, los amigos y vecinos.
Los factores independientes que emergieron son: Apoyo recibido por las organizaciones sociales, Sentido de tolerancia, Confianza en el trabajo de las autoridades comunales y Experiencias de discriminación.
ANÁLISIS FACTORIAL CONFIRMATORIO
El análisis factorial confirmatorio de la estructura del instrumento consideró la contrastación de tres modelos diferentes, los cuales variaron respecto al número de factores e ítems. El Modelo uno considera los 17 factores de 1er orden obtenidos en el AFE (X2 [1885] = 6183.288; p<0.001). El modelo dos (X2 [1819] = 4700.164 p<0.001), se define a partir de lo obtenido en el modelo uno, considerando los 17 factores con la eliminación del ítem C10, «los vecinos de mi barrio/condominio son personas en las que se puede confiar», perteneciente del factor «CON 3» por presentar carga cruzada (tabla 2S). Finalmente, el modelo tres (X2 [1927] = 5384.449 p<0.001), se define a partir del AFE de segundo orden con seis factores: dos factores de segundo orden, los cuales contienen la mayor cantidad de los ítems y cuatro factores independientes, dos de los cuales corresponden a los teóricamente definidos (Experiencias de discriminación y Sentido de tolerancia).
Los análisis muestran que en los tres modelos probados los indicadores de bondad de ajuste e índices de error son aceptables (CFI, RMSEA < 0.05). Sin embargo, el modelo tres presenta un ajuste más apropiado teóricamente, devolviendo 6 factores ajustados empíricamente y sus indicadores son cercanos al modelo dos (tabla 3). En la figura 1 se representa gráficamente la estructura interna del modelo tres, donde se puede observar que las cargas factoriales, para el factor uno, se encuentran entre 0.47 y 0.71; para el factor dos, se encuentran entre y 0.42 y 0.70. En el caso de los factores independientes tres, cuatro, cinco y seis, las cargas son menores a 0.33, por lo que se decide mantenerlos bajo un criterio teórico, respetando el marco conceptual utilizado a la base.
Tabla 3
CONFIABILIDAD Y ESTADÍSTICOS DESCRIPTIVOS DE LA ESCALA DE COHESIÓN SOCIAL A NIVEL DE MUNICIPIOS
Como se puede observar en la tabla 4, los estadísticos descriptivos de los factores obtenidos en el AFE de segundo orden como en el AFC son muy similares. En ambas muestras y análisis existen puntuaciones promedio bastante altas en las dimensiones de Sentido de reciprocidad de apoyo y sentimientos de confianza con personas cercanas (M= 4.20; DE= 0.54; rango= 1-5) y Sentido de Tolerancia (M= 4.64; DE= 0.66; rango 1-5), siendo de menor valoración las dimensiones de «Sentido de responsabilidad y colaboración hacia el barrio/comuna» (M= 2.56; D.E.=0.68) y la dimensión «Apoyo de las organizaciones sociales percibido» (M= 2.81; D.E.=1.33). En el caso de la Dimensión «experiencias de discriminación» que obtiene la media más baja (M=1.49; D.E.=0.72), responde a una puntuación esperada debido a que corresponde a una característica negativa de la cohesión social.
Se observa además que la confiabilidad de las seis dimensiones identificadas es adecuada (ω > 0.70).
Tabla 4
DISCUSIÓN Y CONCLUSIONES
La comprensión de la cohesión social presenta diferencias de indicadores dependiendo del nivel territorial en la cual es medida y por las características culturales que presenta una sociedad. Es por esto la importancia de considerar un instrumento que permita una medición a nivel más desagregado, y culturalmente pertinente, entregando elementos para la comprensión de procesos a nivel de individuos que van configurando las relaciones y su intensidad, identificando debilidades y fortalezas de la cohesión social desde una dimensión local para obtener una medición desde la percepción de los individuos, es decir, desde una perspectiva no normativa (Haro y Vásquez, 2017), y complementado con el reporte de hechos objetivos experimentados por éstos en sus relaciones con grupos y la comunidad.
Este estudio primero presentó una propuesta de evaluación de la cohesión social fundada en la propuesta de Mora (2015), la cual permitiría una medición de siete dimensiones de este constructo a escala de municipio, una unidad territorial que permite evaluar las relaciones entre las personas, grupos y la comunidad. El análisis psicométrico de la escala identificó que seis de las siete dimensiones teóricamente diseñadas presentaron un ajuste adecuado para medir el constructo, dando cuenta del carácter multidimensional de la cohesión social. Las dimensiones identificadas, en términos de Mora (2015), serían: Sentido de pertenencia, Confianza y apoyo, Solidaridad, Colaboración, Experiencias de discriminación y Sentido de tolerancia.
El análisis factorial de segundo orden identificó dos grandes factores que agruparon a la mayoría de los ítems y que capturó los elementos teóricos esperados del constructo cohesión social: factor 1 «Sentido de responsabilidad y colaboración hacia el barrio/comuna» y factor 2 «sentido de reciprocidad de apoyo y sentimientos de confianza con personas cercanas», esta última obtuvo una alta valoración. Esta estructura pudiera indicar que, a niveles territoriales más desagregados, la cohesión social está fuertemente determinada primero por la valoración de las expectativas de apoyo social que se puede obtener de las personas consideradas como cercanas (Factor 2; Trejos-Herrera et al., 2018) y, por otra parte, el sentido de responsabilidad que se tiene respecto a lo considerado dentro del espacio comunitario (Factor 1). Es así que la factorización de 2do orden y la concentración de los ítems en dos principales factores podrían explicarse en lo que se ha llamado el debate clásico de la cohesión social, el cual postula una transición de la cohesión social basada en lazos primarios caracterizadas por relaciones cercanas entre las personas, a una basada en lazos impersonales donde las relaciones se dan con instituciones (Mora, 2015).
Lo anterior permite comprender la organización obtenida de los ítems, en la cual emerge un primer gran factor que da cuenta de valoraciones o expectativas con las personas consideradas más cercanas (familia, amigos), y un segundo factor que expresa una valoración y expectativas respecto a personas que forman parte de una organización social o territorial, con las cuales no necesariamente existe un conocimiento personal cara a cara (organizaciones sociales, barrio, comuna, vecinos), pero con los cuales se tiene una relación indirecta. Los cuatro factores independientes dan cuenta de las características del territorio y de personas con las que, si bien se les reconoce como parte de este territorio, no se mantiene una relación interpersonal directa, cara a cara, necesariamente, pero sobre las que hay una percepción y expectativas de su comportamiento.
La principal implicancia de la validación psicométrica de una escala de cohesión social es que permite una implementación de un sistema de indicadores de la cohesión social, a diferentes niveles territoriales, pudiendo tener un papel relevante tanto en la priorización de las políticas de cohesión social en las agendas nacionales como para su seguimiento. Asimismo, esta propuesta ofrece un instrumento válido y confiable que favorece la recolección multidimensional de información de un sólo informante, ofreciendo una alternativa a las actuales mediciones que acuden a distintas fuentes e instrumentos de evaluación de la política pública para evaluar el concepto de cohesión social (Ministerio de Desarrollo Social y de la Familia, 2020).
Este aporte debe entenderse en el contexto de sus limitaciones: el instrumento necesita mayores ajustes en la cantidad de ítems en las dimensiones de Apoyo recibido por las organizaciones sociales y Confianza en el trabajo de las autoridades comunales. Respecto a la dimensión Vínculos Sociales, debe mejorarse en la cantidad de ítems que den cuenta de la participación social diferenciando la participación que presenta objetivos de intereses colectivos y comunitarios, de la participación con intereses individuales, cuestión que no fue distinguida en este estudio y que podría dar cuenta del mal ajuste de esta dimensión. Sería relevante contar con una muestra más grande, con representatividad de comunas para realizar análisis comparativos entre territorios pequeños, pero diversos en cuanto a las dimensiones medidas.
En términos generales, la Escala de cohesión social a nivel de municipios es un instrumento válido y confiable para evaluar la naturaleza multidimensional del constructo de cohesión social a un nivel territorial acotado, donde hay interacciones interpersonales y entre las personas y las instituciones. Este estudio ha obtenido resultados que muestran la complejidad de la medición del constructo considerando variables tanto objetivas como subjetivas, manteniendo las dimensiones que teóricamente se han formulado y sustentado principalmente bajo las corrientes de Capital social y Estructural.