Monroy Lara: ¿QUÉ HAY DE NUEVO, MAN? SER HOMBRE Y PADRE EN EL SIGLO 21. DE SUS DESAFÍOS Y TENSIONES.


En la actualidad, los estudios de género han vislumbrado esquemas sobre los que se han estructurado, construido y reproducido las relaciones entre hombres y mujeres. Asimismo, han hecho expresas las distintas formas de violencia en las relaciones entre los géneros tan arraigadas en la cultura patriarcal. El conjunto de especialistas que participan en esta obra colectiva apuntan a la reflexión, la crítica, la deconstrucción y resignificación de las identidades, los arreglos familiares y de los roles, que se observan en el complejo cambio cultural que caracteriza en las últimas décadas al mundo occidental.

Todavía es posible considerar en los estudios de género que las masculinidades son un objeto de investigación reciente, pues hacia fines del siglo pasado inició la reflexión y el cuestionamiento de conceptos clave, como son la «masculinidad hegemónica» y la «dominación masculina», pero sobre todo las nuevas masculinidades.

La lógica bajo la cual estos especialistas han reflexionado tiene su fundamento en la diferenciación cultural, económica, política y social, la construcción simbólica de la violencia y la dicotómica relación víctima-victimario. Cuestionamientos y planteamientos que han permitido la intelección del complejo mundo de las relaciones entre hombres y mujeres. No obstante, se observan significativas repercusiones por la manera de concebir y entender las masculinidades. Un ejemplo es la dificultad para pensar de otra manera la identidad masculina, ya que se sigue esquematizando, problematizando y generalizando la figura del varón victimario, emblema de un poder cuasi absoluto.

En efecto, los estudios de género han logrado constituir un campo de amplia reflexión y debate tanto en las ciencias sociales como en la sociedad misma, lo cual ha generado la acumulación de nuevo conocimiento sobre las relaciones de género, propiciando grandes avances en el tema. Además, esto coadyuva a que los movimientos sociales ganen importantes batallas políticas que apuntan al cambio social y cultural de nuestra sociedad. Sin embargo, aún hay batallas políticas, económicas, sociales y culturales que librar contra las remanencias, contradicciones y conflictos generados por la Tradición en su paso a la Modernidad.

En este contexto, en la presentación de ¿Qué hay de nuevo, man? Ser hombre y padre en el siglo 21. De sus desafíos y tensiones, editado por Alexandra Gajardo Tobar, encontramos diversas exposiciones que tienen por objetivo comprender cómo nuestras sociedades viven reproduciendo diversas masculinidades, manteniendo como constante la pregunta cómo se concibe ser hombre y padre de familia. Este libro ha logrado recabar -desde diferentes espacios de América Latina- la investigación y las perspectivas de especialistas de distintas áreas de las ciencias sociales que nos permite entender, acercarnos y abordar un tema tan complejo como son las relaciones de género, la identidad de género y las familias. Son reflexiones que proponen metodologías y enfoques novedosos en el estudio de las masculinidades y, además, nos permiten concebir formas de construcción de una sociedad justa e igualitaria bajo los principios de una nueva cultura sin violencia entre los géneros.

La primera parte del libro contiene reflexiones en torno a los temas relevantes en la construcción de las masculinidades: la masculinidad hegemónica, la crisis de la masculinidad y el cambio social, la construcción de la identidad genérica, la salud y la familia. En el primer artículo, «Crisis? What crisis? Sobre la recomposición de la masculinidad contemporánea», de Vendrell Ferré, se analiza la construcción de la masculinidad en las sociedades históricas, pasando de la concepción y diferencia del concepto del patriarcado/patriarca a las sociedades unisex; es aquí donde Vendrell Ferré encuentra una de las raíces coyunturales de la crisis de la masculinidad que se convierte en parte central de su exposición.

En este sentido, Vendrell Ferré afirma que «lo masculino en sí, lejos de desaparecer, lo que ha hecho ha sido recomponerse en formas que permiten mantener un dominio adaptado a los nuevos tiempos» (Vendrell, 2018, p. 22). Para llegar a esta afirmación, Vendrell Ferré considera que la «crisis de la masculinidad» ha tenido lecturas tan diversas que van desde los que intentan asociarla a problemas de salud física y mental hasta aquellos que cuestionan el orden del género en su conjunto. Sostiene que «la crisis no ha supuesto en modo alguno el fin de la masculinidad como tal, sino simplemente su explosión en un conjunto de modelos más o menos diversos, los cuales, sin embargo, cabe intentar clasificar y agrupar en algunas tendencias dominantes» (Vendrell, 2018, p. 52). Vendrell Ferré concluye que «los cambios habidos hasta el momento, aunque significativos y en algunos casos importantes, no son suficientes» (Vendrell, 2018, p. 52).

El segundo texto, «Estudios sobre masculinidades y cambio cultural en el mundo hispano» de Rafael Montesinos, coordinador del Observatorio Nacional sobre Violencia entre Hombres y Mujeres (ONAVIHOMU), presenta una crítica propositiva que tiene como objetivo el análisis y reflexión sobre la construcción y transformación de la identidad masculina, el cambio cultural y social que conlleva el paso de la Tradición a la Modernidad, donde apunta que «el proceso de cambio cultural es algo inobjetable» (Montesinos, 2018, p. 59).

Montesinos desarrolla un análisis detallado sobre los planteamientos de diversos autores y especialistas como son Marina Subirats y Manuel Castells, Carlos Lomas, Guillermo Núñez, Ana Amuchástegui, Lucero Jiménez y Roberto Gardo, revisados respectivamente en tres apartados. Sin duda, Montesinos hace una amplia revisión de los argumentos y postulados de estos autores, aunque limitado a la selección de planteamientos contundentes, construye un diálogo y abre un debate, del cual se desprende su principal crítica: «por qué no reconocer el cambio cultural en el estudio de las masculinidades (estudios de género) como parte referente del cambio social, que permita abonar al reconocimiento de masculinidades y feminidades diferentes a las paradigmáticas (varón victimario-mujer víctima)».

Montesinos afirma que «el cambio cultural que se vive a principios de siglo avanza invalidando la legitimidad de un orden cultural con el cual se identifica la Tradición» (Montesinos, 2018, p. 86). Dicho planteamiento enfatiza que las prácticas culturales del pasado no son totalmente eliminadas en la Modernidad, sino que se encuentran en contradicción y conflicto latente. Asimismo, menciona que en los estudios de género se habla solo de un tipo y una clase social de sujetos; reitera que el mundo social debe comprender el total de posibilidades, es decir, la construcción de una tipología que abarque las principales diferencias y características, como las relaciones de poder entre los géneros, quién ejerce el poder, el nivel educativo, capital cultural, la posición económica y social, entre otras que integran cada biografía individual, tanto para el estudio de las masculinidades como las feminidades.

Finaliza su exposición escribiendo: «a pesar de que todavía quede mucho por hacer para garantizar la igualdad y la equidad de género…», es necesario combatir «todo tipo de expresiones que promuevan el sometimiento de la mujer, la desigualdad y cualquier forma de ejercicio despótico del poder masculino» (Montesinos, 2018, p. 87).

El tercer artículo, presentado por Ana Castro Ríos, profesora e investigadora de la Universidad Católica del Mule-Chile, expone y desarrolla un análisis sobre la construcción de las masculinidades en las familias rurales de la Región del Mule, valiéndose del estudio de caso, entrevistas a profundidad y grupos focales.

Castro Ríos observa que los hombres de esta región han experimentado cambios significativos en las prácticas cotidianas de los hombres y, por tanto, hay cambios en cómo es que conciben el ser hombre y padre de familia en la región del Mule. No obstante, menciona que «a pesar de manifestar, en el discurso un acercamiento hacia la flexibilidad de los roles […] existe un escenario en el que la pérdida de privilegios históricos produce temor entre ellos» (Castro Ríos, 2018, p. 92). Asimismo, Castro Ríos da cuenta de la conformación de una nueva identidad en las nuevas generaciones familiares del Mule, y considera que esta nueva identidad ha sido marcada por un cambio en las prácticas y conductas cotidianas, que definieron la identidad masculina tradicional de estas comunidades.

Por otro lado, Castro Ríos resalta el cambio cultural y social como un proceso de tránsito lento del cual las familias no escapan, y concluye que «la preponderancia de la autoridad del padre, la maternidad como eje central de identidad de la mujer, el sometimiento de los hijos a la autoridad y la presencia de machismo en las pautas de socialización y relación cultural, son los aspectos que aún se sostienen con fuerza en la estructura y organización familiar» (Castro Ríos, 2018, p. 114); sin embargo, menciona que las nuevas generaciones se ven tensionadas entre la tradición y la modernidad, entre la mentalidad tradicional y la promoción de un discurso de relaciones fincadas en la igualdad y prácticas democráticas en su vida cotidiana.

El último texto del primer apartado lo expone Carla Flores Figueroa, quien presenta «Situación de salud de los hombres en Chile y el mundo». Aquí se cuestionan los esquemas de salud mediante un análisis de las políticas sanitarias enfocadas en la salud de los varones en su país; se apoya en datos institucionales, como son la Organización Mundial de la Salud (OMS, y por sus siglas en inglés WHO).

Algunos de los elementos que atraviesan la exposición de Flores Figueroa apuntan a los indicadores sobre salud y enfermedades a escala mundial y local; por ejemplo, menciona que las tasas de mortalidad y morbilidad son más altas en hombres que en mujeres. Menciona también que todos los indicadores considerados en el análisis de la OMS demuestran que los hombres no han experimentado el mismo grado de avance en las políticas de intervención sanitaria. En este sentido, sostiene que las mujeres han sido objeto permanente de intervención sanitaria en Chile y el mundo.

Arguye que uno de los elementos centrales de dicha diferenciación en los indicadores ha sido producto de la división de género en las políticas sanitarias, además de que el género se negocia dentro de las políticas públicas de un país. En efecto, los datos muestran una clara diferencia en los números. Sin embargo, Flores Figueroa apunta que durante mucho tiempo se ha pensado que las mujeres son las únicas víctimas del sistema patriarcal, olvidando que dicho sistema también oprime y afecta a varones, no solo por los patrones simbólicos de la cultura del deber ser, o si este produce problemas, tensiones, conflictos psíquicos y emocionales.

Flores Figueroa concluye que debe atenderse dicha diferencia en cuestiones sanitarias en las políticas locales e internacionales para lograr así resultados igualitarios entre los géneros, en materia social, de salud, de educación, de políticas públicas y económicas: «es congruente desarrollar cambios estructurales en las políticas sociales que no se enfoquen exclusivamente ni en las mujeres, ni en el sistema de salud […] que paradojalmente se olvide del color del género y asuman la igualdad social como un desafío permanente y transversal» (Flores Figueroa, 2018, p. 136).

La segunda parte del libro congrega tres artículos de metodología cualitativa donde se abordan las masculinidades desde la concepción y construcción del rol de padre en el interior de la familia, así como los nuevos arreglos familiares. En el primero, de Irene Salvo Agoglia, titulado «Varones que cuidan: un caso de adopción monoparental masculina en Chile», se analizan las dificultades y desafíos en la constitución de nuevos arreglos familiares, que en este caso se enfocan en la adopción monoparental masculina; las representaciones sociales y subjetivas que legitiman la figura del padre soltero y la constitución de una paternidad comprometida no solo en el discurso, sino en las prácticas sociales e institucionales durante el proceso de adopción.

Agoglia señala que el modelo de familia nuclear tradicional ha comenzado a perder terreno en la actualidad y realidad latinoamericana, donde nuevos esquemas familiares como el monoparental van adquiriendo reconocimiento. También indica que los números reflejan una realidad donde predomina la configuración de familias monoparentales femeninas. Sin embargo, asienta que el número de hogares monoparentales masculinos ha crecido en las últimas décadas, y que dicho cambio tiende a ser el reflejo de las transformaciones en los roles de género. Menciona que en Chile la adopción monoparental contempla 180 casos, de los cuales tres han sido realizadas por varones; de ellos, retoma un caso para su exposición. Esta «eventualidad», excepción o como quiera denominarse, permite contribuir a repensar las nuevas formas de construcción familiar, así como observar el papel que tienen los varones en este proceso. Es por ello que Agoglia finaliza diciendo: «Aun cuando […] este fenómeno es muy marginal y poco representativo, da cuenta de una realidad emergente que amerita ser indagada y analizada, en tanto constituye una forma de paternidad y vida familiar sin pareja y sin filiación biológica, el cual además tiene el potencial de ser un referente alternativo» (Salvo Agoglia, 2018, p. 157).

Por otra parte, Gonzalo Soto Guzmán presenta el texto «Padres del mismo sexo. ¿Un lugar en las familias del siglo XXI?», con el cual pretende dar a conocer los testimonios de tres familias homoparentales, siendo el eje central de la exposición las vivencias y experiencia de los varones homosexuales que, al afrontar sus temores, dudas, confusiones, tabúes y estigmas sobre su rol de padre, han emprendido una lucha que ha significado cambios en la constitución y comprensión de su familia. Recorre un breve, pero acertado estado del arte sobre las familias de padres gays, que apuntan hacia el estudio del desarrollo conductual, emocional y cognitivo de los hijos en parejas homosexuales, donde se concluye que no hay diferencia alguna con aquellos niños que crecen en un ambiente familiar heterosexual. Otro punto interesante se desarrolla en torno a las formas en que hombres gays han logrado concretar su rol parental, puntualizando las dificultades familiares, emocionales, culturales, sociales y legales que ello implica; de igual forma, puntualiza el cambio social y avance en las políticas de adopción homoparental en distintas naciones.

Soto Guzmán observa que en los casos presentados hay comunes denominadores en las experiencias al afrontar su preferencia sexual y su rol de padre; además, uno de los conflictos latentes en la sociedad se produce en el imaginario colectivo al constituirse imágenes de la realidad que no tienen relación alguna con la misma. En otros términos, se piensa y cristalizan visiones del mundo que no permiten avanzar en el reconocimiento de diferentes estructuras familiares a las tradicionales. Por último, puntualiza que «la existencia de familias de padres del mismo sexo en Chile es una realidad presente, que clama no ser sancionada, negada o invisibilizada» (Soto Guzmán, 2018, p. 185).

El último texto de esta tercera es de Alexandra Gajardo Tobar y Rodrigo Zúñiga Olguín, quienes nos dan a conocer la experiencia de 11 padres en el cuidado y crianza de sus hijos y cómo estos se involucran en los procesos de intervención para niños en situación de vulneración de derechos, desarrollado el Servicio Nacional de Menores (SEMANE) en Chile, con el artículo titulado «Involucrarse en el proceso de crianza: ¿posibilidades de co-construcción de aprendizajes paternos?».

Los puntos tratados por Gajardo y Zúñiga recorren aristas consideradas en la elaboración de políticas públicas y de intervención que pretende la intervención de los padres en el proceso de crianza. Los autores mencionan que en Chile se han desarrollado múltiples programas y leyes como, por ejemplo, «Chile Crece Contigo» y, Ley No. 20.680 «Amor de Papá», en los cuales detectan un grave problema en la implementación de estos programas de intervención: la no inclusión de los padres. Además, señalan distintos factores a lo largo de su exposición, de los cuales considero dos como parte fundamental del problema: (a) la presión por el cumplimiento de los indicadores de atención por parte de las instituciones, y (b) carencias, limitaciones en el diseño y estrategias de implementación de los programas, como son el tiempo y espacio de trabajo, entre otros.

Sin embargo, en el análisis de los relatos obtenidos por nuestros autores muestran sucesos de suma importancia que apuntan a dos representaciones de la paternidad; la primera: paternidad tradicional y, la segunda, paternidad actualizada. Por último, reflejan que «aún cuando las políticas han estado centradas en los hombres, han fallado en la comprensión de este como género, sin reflejar la diversidad y las contradicciones de las identidades masculinas» (Gajardo y Zúñiga, 2018, p. 210). En este sentido, enuncian que el elemento central en la elaboración de políticas y programas de intervención es que «un padre sea considerado, reconocido e incluido en la intervención favorece y evalúa positivamente a las instituciones, además de reconocer, identificar y poner en práctica el aprendizaje, a diferencia de aquellos que se encuentran en situación contraria» (Gajardo y Zúñiga, 2018, p. 211).

La tercera parte del texto compuesta por tres artículos que retoman intervenciones -el trabajo social, la didáctica educativa y la experiencia del trabajo social con varones durante el proceso de crianza-, proponen formas innovadoras en el trabajo cara a cara como son las prácticas midfulness. Otro de los puntos abordados en este apartado es la deconstrucción de los estereotipos hegemónicos en las relaciones genéricas y familiares en los espacios educativos. «Masculinidades hegemónicas y familias: tensiones curriculares en cotidianos escolares de la periferia», es el tema de Marcio Caetano, Paulo Melgaço da Silva Junior y Jimena de Garay Hernández, quienes se proponen descubrir y analizar los patrones culturales dominantes del género en los currículos de un grupo de 21 chicos y 12 chicas de 11 a 15 años de 6 sexto año de educación primaria en Brasil. Los autores consideran que «los currículos universalizan conocimientos por medio de las escuelas y que enseñan modos que informan la constitución de género»; es por esta razón que «se cree relevante problematizarlos» (Caetano & Melgaço da Silva & de Garay Hernández, 2018, p. 221). En conjunto, pretenden un acercamiento a la construcción y vivencia de los niños de sus arreglos familiares (figuras paterna y materna), la resignificación sexual, racial en los niños y los currículos de la educación en Brasil.

Proponen un análisis con una perspectiva de género decolonial en el proceso de intervención y didáctica educativa. Establecen una cronología de dinámicas que les permite abordar los contenidos eje de análisis dentro de la intervención, llevándolos por reflexiones prácticas y sencillas hacia conjeturas complejas. Uno de los elementos referentes, que marca pautas de diferenciación simbólica en los niños, son los patrones culturales de colonialidad asociados a los discursos de belleza, a la vida familiar heterosexual, monogámica y nuclear, que expresan los niños. Argumentan que las teorías feministas decoloniales pueden colaborar, a través de sus prácticas, a la desnaturalización y deconstrucción de conceptos, discursos, valores y prácticas pautados en la hegemonía eurocéntrica, colonial y heteronormativa.

Finalizan su exposición puntualizando que es fundamental «concebir la escuela como un espacio de disputa, cuestionamiento y de subversión de patrones responsables», enfatizando en el cambio de didácticas educativas en los currículos escolares como «un importante paso en la construcción de una escuela más plural y en franco combate a prejuicios y discriminaciones» (Caetano & Melgaço da Silva & de Garay Hernández, 2018, p. 228).

En «Promoviendo las prácticas presentes a través de las prácticas mindfulness», de Bruno Solari, se presentan relatos y narraciones que forman parte de la vida cotidiana y están insertos en la cultura; su planteamiento permite encontrar sentido a nuestra vida y a los roles que desempeñamos en la sociedad, en especial aquellos que son parte de la familia. Solari ubica estas narraciones y experiencias en contraste con la implementación de prácticas mindfulness en los procesos de crianza y ejercicio de la paternidad y maternidad.

Las prácticas mindfulness son entendidas como técnicas de entrenamiento mental, sus raíces y fundamentos están en la neurociencia y la psicología. Tienen como fin generar un espacio de conexión entre las acciones y la vigilancia consciente en nuestros relatos y nuestra vida cotidiana. Solari menciona que «lo novedoso de este enfoque es que no busca generar padres o madres perfectos, sino brindar herramientas para entrenar la capacidad de mirar lo que está sucediendo con atención, curiosidad y apertura» (Solari, 2018, p. 251). Se trata del desarrollo de una conciencia reflexiva y vigilante de lo que hacemos, para así, después de un proceso introspección, autocrítica, promover cambios significantes en nuestras prácticas cotidianas.

Solari concluye que la práctica mindfulness en los procesos de crianza, además de beneficiar a los hijos, es una herramienta que puede promover cambios radicales en las relaciones familiares, en las formas de concebir ser padre o madre, además de ser adecuada para el trabajo de desarrollo familiar.

Por último, María Teresa Díaz Álvarez presenta «Trabajando con y para hombres», donde expone una sistematización de diferentes experiencias de trabajo e intervención desarrolladas con varones cubanos. El trabajo de Díaz Álvarez ha generado frutos, encontrando vinculación con distintos sectores de la sociedad civil y gubernamental, como son la Red Iberoamericana y Africana de Masculinidades (RIAM), el Centro Óscar Arnulfo Romero y el Centro Nacional de Educación Sexual en Cuba.

Nuestra autora menciona que el trabajo con varones cubanos no ha sido del todo fácil, puesto que no tienen cultura de trabajo grupal, por lo cual apunta que «no acostumbran a reunirse a socializar los problemas de la vida cotidiana, tienen fuerte arraigo en los mandatos tradicionales de la masculinidad […] hay una marcada consistencia de estereotipos y prejuicios» (Díaz Álvarez, 2018, p. 275).

Sin embargo, la persistencia, esfuerzo y dedicación dieron como resultado el trabajo en conjunto de la organización y construcción de un nuevo pensamiento que pudiera ser transmitido a la comunidad, con el propósito de contribuir desde la prevención al cese de la violencia de género; la construcción de nuevos modelos de paternidad que se comprometan con el acompañamiento y apoyo de los hijos, tomando como referente los principios de la equidad de género.

El texto, entonces, es muy sugerente en la revisión y análisis de una problemática que crece y toma realce en nuestras sociedades y que no puede dejarse pasar a la ligera. La reflexión y el análisis crítico de ello seguramente seguirá bordándose en más estudios de los cuales el que reseñamos conforma un mosaico interesante.



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