Introducción
El discurso público constituye un proceso interactivo en el que los movimientos sociales, medios, partidos, gobernantes y aparatos de Estado (militares y policía), se enfrentan en el espacio público con la intención de legitimar sus discursos sobre la protesta y el orden público. Con el objeto de analizar el discurso público generado en el movimiento del 68, me sitúo desde la perspectiva del análisis de los marcos (frame analysis). Un marco (frame) es una imagen mental y textual que se encuentra en la base de todo proceso comunicativo. En el discurso público, la acción de enmarcar o construir marcos significa seleccionar determinados aspectos de la realidad percibida en un texto y con este propósito promover una definición del protagonista, del antagonista, del problema y recomendar remedios para la solución de éste. La construcción de marcos forma parte de las estrategias discursivas de aquellos que participan en el discurso público. Un marco maestro, o marco dominante, desempeña la misma función que un marco interpretativo de un movimiento particular. La diferencia consiste en que el primero desempeña esa función a una escala más grande y en relación con varios movimientos. Un ejemplo lo constituye el marco de los derechos en los Estados Unidos de América en donde los derechos se convirtieron en la meta de varios movimientos: los feministas, los ambientalistas, los homosexuales, los discapacitados, los ancianos, los niños. Un marco maestro, o marco dominante, está vinculado con un ciclo de protesta, concepto que se refiere a los patrones de elevación y caída de los movimientos sociales, así como la tendencia de los movimientos a generar otros movimientos en olas de actividad o en estado latente. Se trata de una fase de intensificación de los conflictos marcada por la rápida difusión de la protesta de los sectores con mayor nivel de participación a los menos movilizados, un ritmo de innovación acelerado en los repertorios de confrontación, una combinación de movilización organizada y no organizada, así como secuencias de interacción intensificada entre protestantes y la autoridad que pueden terminar en la reforma, la represión o la revolución. En el discurso público en la coyuntura política del movimiento del 68 aparece, por una parte, el marco de las libertades democráticas del movimiento estudiantil y los sectores populares, y de la otra, el marco de la conjura comunista utilizado por la prensa, las autoridades, la policía y los militares.
El discurso político
El discurso político es el discurso producido en la escena política, en el interior de los aparatos donde se desarrolla explícitamente el juego del poder: el discurso presidencial, ministerial o parlamentario, el discurso electoral, el de los partidos políticos, el discurso de la prensa política especializada, el discurso emitido en ciertos momentos por los medios de comunicación y, en algunos casos, el discurso de la magistratura, el del ejército y el de la policía. Para Giménez (1989), el discurso político es un discurso argumentado que aparece como un tejido de tesis, argumentos y pruebas, con el objeto de presentar de manera esquemática y teatral el ser y deber ser de la política ante una audiencia (este discurso argumentativo no está dirigido a convencer al adversario, sino a reconocer y confirmar a los aliados y atraer a los indecisos; en esta confrontación ideológica, el discurso cumple la función de reconocimiento, la identificación que permite a quienes defienden los mismos valores reconocerse como miembros de un mismo grupo). El discurso político es polémico; en él se argumenta no lo que el actor protagonista es, sino lo que los actores antagonistas son y no son (se trata de un discurso que define al antagonista, lo ataca y lo desenmascara). El discurso político es estratégico, orientado a enmascarar las contradicciones, un discurso que pone en juego una estrategia retórica en la medida en que seleccionan y ordenan ciertas operaciones semánticas en función de objetivos estratégicos. El discurso político es performativo; quien lo emite no se limita a informar o transmitir una convicción, sino que produce un acto, expresa públicamente un compromiso y asume una posición.
Desde la perspectiva del framing, defino el discurso político como un conjunto de textos emitidos en una coyuntura política particular, en relación con un problema en el interior de un campo de identidad. Las unidades de análisis son los textos producidos por los actores. Por textos, en este caso, se entiende la manifestación concreta del discurso, aquellos actos de lenguaje (un discurso oral o escrito) que poseen un comienzo y un final fácilmente identificable: libros, artículos, folletos, documentos, discursos, entrevistas, comentarios de radio y televisión (Donati, 1992). Un texto generalmente se encuentra impreso. Pero si escuchamos a un orador, también nos encontramos ante la expresión de un texto oral. También materiales visuales como fotografías, pinturas, películas y programas de televisión son formas alternativas de textos. Los textos nos permiten construir cómo los individuos ven los acontecimientos, a ellos mismos, a otros y al mundo en general. Cuando hablamos de la lectura de un texto, nos estamos refiriendo a que un lector es capaz de deducir lo que un autor escribió descifrando los símbolos escritos en las páginas del libro. Leer un libro significa crear significado de los símbolos que encontramos en el texto. Mientras que los símbolos se encuentran en el texto, los significados no. Ellos se encuentran en la lectura del texto. Por ello, no se puede hablar de encontrar el verdadero significado de un texto. Por el contrario, de lo que podemos hablar es de hablar que hemos construido un significado fuerte o bueno del texto. En este sentido, es necesario buscar los elementos presentes en el texto. Un elemento central es el argumento. Todo argumento se compone de una demanda (que es sobre lo que el autor intenta convencernos) y evidencias para comprobar esa demanda. De acuerdo con esta propuesta metodológica de análisis del discurso, el análisis de coyuntura es el estudio de una arena política en donde hay un problema, un actor protagonista, un actor antagonista y una audiencia. El escenario es la arena política, el lugar concreto en donde cobran vida las controversias y los conflictos políticos.
La definición de un problema como una injusticia es el paso más importante para movilizar y atraer las simpatías de la audiencia. Esa movilización puede ser más efectiva si se definen además los agentes causales de ese problema. Un marco (frame) es un esquema interpretativo que estructura el significado de la realidad. Un marco interpretativo de política es un principio de organización que transforma la información fragmentaria o casual en un problema político estructurado y significativo en el que se incluye, implícita o explícitamente, una solución. Los marcos de política no son simples descripciones de la realidad, sino construcciones o representaciones específicas que dan significado a dicha realidad y estructuran la comprensión de la misma. El análisis de marcos es el estudio de los marcos interpretativos de política como se utilizan en la (re)construcción y negociación de la realidad por los actores sociales y políticos en sus respectivos discursos. El método de marcos interpretativos de las políticas trata de identificar los marcos dominantes en conflicto entre sí en el discurso de los actores, marcos que se construyen para dar sentido a diferentes situaciones y acontecimientos, atribuir culpas o causalidad y sugerir líneas de actuación. Un marco interpretativo de política se encuentra integrado por una representación de un diagnóstico (algún hecho de la vida que se considera problemático y que necesita de cambios), la representación de un pronóstico (se propone una solución al problema que indica qué es lo que se debe hacer) y una llamada a la acción (que fundamenta las razones para involucrarse en la acción correctiva).
En relación con el campo de identidad, se pueden distinguir tres conjuntos de identidades o campos de identidad: los protagonistas, los antagonistas y las audiencias. Los individuos y colectividades definidos como protagonistas son aquellos que simpatizan con los valores, creencias, metas y prácticas del movimiento, o bien porque resulten beneficiados por él. Se llama campo de identidad protagonista a la constelación de atribuciones de identidad de individuos o colectividades consideradas como simpatizantes del movimiento. Estas atribuciones incluyen la personificación de los rasgos más positivos del movimiento en individuos particulares (héroes y heroínas), así como la utilización de marcadores colectivos de identidad que definen los rasgos del sector de población representado por el movimiento social. Los antagonistas son las personas o colectividades opuestas a los valores, creencias, metas y prácticas del movimiento, o que pueden ser dañadas por la acción del movimiento. El campo de identidad antagonista se constituye por las constelaciones de atribuciones de identidad de los individuos o colectividades considerados como oponentes del movimiento social. Entre los actores considerados como antagonistas podemos encontrar instituciones hostiles, enemigos públicos. Los activistas de los movimientos sociales construyen identidades antagonistas al identificar y definir a los individuos, colectividades, creencias, valores y prácticas opuestos a las causas de los protagonistas. Al igual que en el caso de los actores protagonistas, esas atribuciones consisten en juicios acerca de la conciencia y el carácter moral de los antagonistas. Los campos de identidad de la audiencia son constelaciones de atribuciones de identidad de los individuos y colectividades consideradas como observadores neutrales o no comprometidos en el contexto de la acción colectiva, pero que pueden reaccionar favorablemente al discurso del movimiento social. El enmarcado de la audiencia es importante para los activistas del movimiento, porque a través de él pueden identificar qué tipo de marcos pueden ser más resonantes para los grupos sociales que puedan unirse como aliados potenciales.
Los marcos de la acción colectiva
El surgimiento de un movimiento social indica la existencia de un grupo de actores que ha logrado formar una identidad y una solidaridad colectivas que le permiten movilizarse en respuesta a un conflicto determinado. En la base de ese conflicto, los movimientos sociales cobran vida dentro de un proceso de definición y comunicación al intercambiar sus concepciones sobre el poder con sus adversarios. Mediante el proceso de enmarcado (framing process), los movimientos sociales tratan de construir un discurso coherente que permita definir los problemas por los que luchan, las causas que los originaron y las soluciones y estrategias adecuadas para enfrentarlos. El proceso de enmarcado no incluye únicamente las acciones discursivas de los propios movimientos, sino también las de sus oponentes, las de las instituciones políticas y las de las instancias de producción simbólica dominantes en una sociedad. Estas instituciones realizan un contraenmarcado que pretende minar la legitimación del significado que el movimiento social atribuye a sus diagnósticos, estrategias y propuestas de solución.
Uno de los pioneros en el análisis de los marcos en los movimientos sociales es Gamson (1992) para quien un marco posee una función movilizadora si logra construir tres dimensiones: (1) definir las raíces y la solución del problema de manera colectiva y no de manera individual; (2) definir una injusticia que puede remediarse a través de la acción colectiva; (3) definir la postura de los antagonistas: nosotros y ellos. La primera dimensión es la de la agencia que se refiere a la conciencia de que es posible cambiar la realidad mediante la acción colectiva. Hacen ver a la gente su posibilidad de ser agentes activos de su propia historia. La segunda dimensión es la de la injusticia, que se refiere a la indignación moral expresada como la conciencia política en relación con algo injusto. La tercera dimensión es la de la identidad, que se refiere al proceso clasificador que define el nosotros frente a los otros que tienen diferentes ideas y valores. Se trata de un proceso que identifica al adversario como blanco concreto. La primera condición indispensable de las actividades de enmarcado de todo movimiento social es la construcción de un marco de agencia. Los marcos interpretativos para la acción colectiva implican un sentimiento de eficacia colectiva y la negación de la inmutabilidad de alguna situación indeseable. Asimismo, definen a la gente como agentes potenciales de su historia. Lo que en este contexto se denomina agencia se refiere a la conciencia de que es posible alterar las condiciones o las políticas con la acción colectiva. Y esta idea de la agencia encuentra sus orígenes en la teoría de la acción social. Esta teoría ocupa un lugar preponderante en la teoría sociológica porque sus distintas variantes apuntan a resolver una dicotomía: aquella formada por la pareja determinismo y libertad. De manera que esta teoría responde a la interrogante: ¿se halla la acción social determinada por los contextos estructurales en los cuales se encuentran instituciones, estructuras o condiciones económicas? O bien: ¿la acción social es el efecto de una intencionalidad, de una voluntad libre, de una conciencia racional que establece sus fines y manipula sus medios? La teoría de la acción presente en el interaccionismo simbólico presenta tres elementos básicos: el actor (que es la unidad actuante), la situación (donde actúa el actor) y, finalmente, un elemento mediador que vincula al actor con la situación: la interpretación de la situación. La interpretación se da mediante una secuencia de tres pasos: (1) el actor identifica aquellos objetos con los cuales la acción identifica los objetos presentes en la situación; (2) el actor evalúa esos objetos, y (3) el actor toma una decisión sobre la base de esa evaluación. La segunda condición de las actividades de enmarcado de todo movimiento social es la construcción de un marco de injusticia. Todo movimiento importante se apoya y promueve en algún tipo de revisión normativa. La forma más importante de revisión normativa que pueden traer consigo los movimientos sociales consiste en la producción de nuevos sentidos de lo que es justo e injusto en una sociedad. El sentido de injusticia no equivale a la concepción de un problema y los intentos por solucionarlo. Más bien, el sentido de injusticia se relaciona con el modo en que un problema es percibido. De manera general, se puede decir que un problema social puede percibirse ya sea como un infortunio o como un estado de injusticia. Es claro que no es el contenido mismo del problema lo que determina una u otra percepción. La diferencia entre infortunio e injusticia estriba, en cierto modo, en una forma de concebir al actor mismo y a sus relaciones con las autoridades. Así, por ejemplo, la concepción de un problema como infortunio produce una relación específica entre las víctimas del problema y los centros de autoridad en la sociedad que se concreta en el mecanismo de la petición: una petición consiste en el pedido de ayuda hacia los centros que poseen el poder social, quedando en manos de éstos la posibilidad de otorgarla o no y, por tanto, ello supone que las víctimas no tienen una concepción activa de sí mismas, pues consideran que son las instituciones las únicas que pueden solucionar los problemas. En cambio, la percepción de un problema como injusticia hace que las relaciones entre las víctimas y las autoridades estén mediadas por la demanda: una demanda es una petición, pero acerca de la cual las víctimas se aseguran (mediante su movilización) que será satisfecha; en este caso, las víctimas del problema se perciben a sí mismas como agentes activos que tienen en sus manos, por lo menos en cierta medida, la solución del problema. La tercera condición de las actividades de enmarcado de todo movimiento social es la construcción de identidades. En los procesos de enmarcado los miembros de las organizaciones de los movimientos sociales ofrecen afirmaciones acerca de los actores relevantes en el contexto de la acción colectiva. Los procesos de enmarcado y de construcción de identidades constituyen esfuerzos realizados con la finalidad de interpretar y de operar dentro de arenas de acción colectiva en donde el movimiento adquiere sentido para los participantes, una vez que la situación ha quedado enmarcada y se han atribuido identidades a los individuos y a las colectividades. Los enmarcados de fronteras toman típicamente la forma de distinciones entre nosotros y ellos. Mediante una serie de marcadores de discurso, se les recuerda a los miembros del movimiento social lo que los diferencia de los no miembros. Una forma de hacer esta distinción es distinguir entre aquellos que están verdaderamente comprometidos en la acción colectiva y aquellos que no son capaces de hacer los sacrificios implicados en el compromiso. Los marcos de fronteras están condicionados por las interpretaciones que realizan los activistas acerca de la historia tanto mundial como local de los movimientos y de las organizaciones. En esta medida, una de las funciones de los marcos de frontera es embellecer y reconstituir los aspectos relevantes del pasado del movimiento social. Una estrategia común es la de vincular el movimiento con algún gran momento anterior (que llega a adquirir cualidades míticas o proféticas).
Con la finalidad de analizar el discurso, es necesario construir un corpus significativo (exhaustivo), representativo y homogéneo. En este caso, he consultado textos seminales o representativos del movimiento,2 tales como los principales desplegados del Consejo Nacional de Huelga (CNH).3 En la prensa he revisado los principales periódicos de esa época que dieron sus versiones de los hechos, así como las declaraciones de los principales miembros del gobierno, de la policía y el ejército. Por último, he leído entrevistas de los principales líderes del movimiento, así como de personajes políticos importantes en ese momento. Es necesario destacar que la selección del corpus se hizo en función de momentos cruciales y coyunturas. El proceso político que describo y analizo comprende el ciclo del movimiento que va del 22 de julio, cuando se da la riña entre estudiantes, al 4 de diciembre de 1968, con el regreso a clases y la desaparición del CNH. De acuerdo con las crónicas, establezco tres fases que vivió el movimiento. La primera es la fase del estallido de la protesta y abarca los días que van del 22 de julio hasta el 7 de agosto; en esta fase tienen lugar la pelea entre estudiantes, el enfrentamiento de los estudiantes con los granaderos, la represión de los granaderos y militares a los estudiantes y la primera manifestación multitudinaria que encabeza el rector Javier Barros Sierra. La segunda fase comprende los días del 8 de agosto al 17 de septiembre; en esta fase nace el CNH y estalla la huelga nacional; además, se organizan tres manifestaciones que agrupan varios cientos de miles y tienen lugar el 13 de agosto, el 27 de agosto y el 13 de septiembre, día de la manifestación del silencio. La tercera y última fase abarca del 18 de septiembre al 4 de diciembre; en ella tienen lugar varios acontecimientos: la ocupación de Ciudad Universitaria por el ejército el 18 de septiembre, la matanza del 2 de octubre en Tlatelolco, la vuelta a clases el 4 de diciembre y la desaparición del CNH.
El estallido de la protesta
El movimiento del 68 surge como consecuencia de una pelea en la plaza de La Ciudadela entre estudiantes de la Vocacional 2 del Instituto Politécnico Nacional (IPN) y la preparatoria particular Isaac Ochotorena, incorporada a la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Al día siguiente, los estudiantes se volvieron a enfrentar y fueron interceptados por dos batallones del cuerpo de granaderos y perseguidos hasta el interior de la Vocacional donde alumnos y maestros fueron golpeados. El 26 de julio, los enfrentamientos continúan cuando los granaderos atacan a estudiantes que venían de dos manifestaciones. Una, que conmemoraba el aniversario del ataque de Fidel Castro en 1954 al Cuartel Moncada y, otra, que protestaba por la agresión de la policía a los alumnos de la Vocacional 2 y los estudiantes de la preparatoria. Los granaderos terminan por sitiar las preparatorias 2 y 3 ubicadas en el centro de la ciudad. Esa noche, elementos de la Dirección Federal de Seguridad y del Servicio Secreto irrumpen en las oficinas del Partido Comunista y los talleres de su periódico La Voz de México, deteniendo a varios trabajadores y periodistas.
Al día siguiente, aparecen por primera vez los marcos de los antagonistas en el discurso público de la prensa que se refiere a los disturbios como el resultado de una conjura comunista. El periódico El Universal señala como culpables a los agitadores de varias organizaciones: del Partido Comunista de México, de la Central Nacional de Estudiantes Democráticos de la Línea Trotskista, del Movimiento de Liberación Nacional, del Movimiento 26 de Julio y de las células pertenecientes a la Juventud Comunista ubicadas en el IPN, de Ciencias Políticas y de Economía de la UNAM. De acuerdo con esta versión, se trataba de núcleos estudiantiles dirigidos por miembros de las células comunistas que se unieron al contingente de grupos castristas que habían marchado desde la fuente del Salto del Agua hasta el Palacio de Bellas Artes. Asimismo, el diario indicaba que ahí se encontraban muchas mujeres y varios hombres de definido físico cubano portando banderas castristas, lanzando mueras al gobierno de México, insultos a la policía y vivas a Demetrio Vallejo, Dionisio Encina y Valentín Campa. Al mencionar que frente al Palacio de Bellas Artes se improvisaron mítines relámpago, el periódico aseguró que «Varios oradores pidieron armas y la organización de grupos políticos y guerrillas en cada calle, en cada esquina.»4 Por parte de las autoridades, el general Luis Cueto Ramírez, jefe de la Policía Preventiva del Distrito Federal, en una conferencia de prensa declaraba: «Hemos dejado a los estudiantes en libertad de que hagan lo que están haciendo para demostrar a la opinión pública y a ellos que la policía no está en plan de agresión».5 En esa conferencia, advirtió que la policía cuenta con recursos que no ha implementado y que si bien ha actuado con prudencia «esa prudencia tiene su límite.» Asimismo, dio a conocer los nombres de varios detenidos y calificó los acontecimientos como «un movimiento subversivo» que tiende a crear un ambiente de hostilidad para el gobierno y el país en vísperas de los Juegos de la XIX Olimpiada.6
La protesta continuó en forma violenta y los estudiantes ocuparon las preparatorias 1, 2 y 3 de la UNAM, secuestraron camiones para construir barricadas y los incendiaron. La madrugada del 30 de julio fuerzas del ejército, con tanques, toman por asalto las escuelas y con una bazuca derriban la puerta de la preparatoria San Ildefonso; hay versiones de que varios estudiantes habían fallecido durante esa acción (Zermeño, 1978:13). En un artículo intitulado «Desde hace 39 años intervienen comunistas en la Universidad. Experiencia en escándalos estudiantiles,» un articulista de El Heraldo de México escribía: «Todo comenzó por una batalla entre los jovencitos de una Vocacional y una Preparatoria [...] extraña coincidencia de que se trataba de un 26 de julio (aniversario del movimiento castrista) se cometieron desmanes en personas y propiedades que degeneraron en actos de vandalismo.»7 Al día siguiente, en Ciudad Universitaria, el rector Javier Barros Sierra izó la bandera nacional a media asta en señal de luto. El 1 de agosto encabezó una manifestación con un contingente de 100 000 personas que salieron de Ciudad Universitaria.
Ese día, el presidente Gustavo Díaz Ordaz, en un discurso pronunciado en Guadalajara, ofreció una «mano tendida» a quien quisiera estrecharla.8 Los estudiantes le respondieron escribiendo en los muros: «Que le hagan la prueba de la parafina a la mano tendida» (Krauze, 1999:73).
En esta fase, aparecen los marcos de pronóstico que guiarán al movimiento. El 4 de agosto el movimiento estudiantil elabora el pliego petitorio de seis puntos.9 Dos de las demandas del movimiento del 68 revelaban la situación que se vivía en ese momento. Libertad para los presos políticos y la derogación del artículo 14510 y 145 bis del Código Penal federal (artículo que consignaba el delito de disolución social y atentaba contra las garantías y derechos individuales y sociales, libertad de expresión, de pensamiento, de reunión, de huelga, de asociación).
El principal protagonista del movimiento del 68 es el CNH, que nace el 8 de agosto de 1968 con integrantes de escuelas de la UNAM, del IPN, las normales, El Colegio de México, Escuela de Agricultura de Chapingo, la Universidad Iberoamericana, la Universidad La Salle y las universidades de provincia. El ala izquierda del CNH la constituía un estudiantado de grupos trotskistas, maoístas, de la Liga Comunista Espartaco y que estudiaban en unas cuantas escuelas y facultades de la UNAM: Ciencias Políticas, Filosofía, Economía, Arquitectura, Psicología, Prepa 1, Prepa 6, Prepa 8. Del Politécnico: Ciencias Físico-Matemáticas, la Vocacional 7, Economía. Y por otro lado, Chapingo y la Normal Superior. En opinión del rector Javier Barros Sierra, se dio una unificación, muy poco frecuente, de diversos grupos de la izquierda que constituyó una fuerza muy importante dentro del CNH. Pero fue también importante una fuerza centrista de afiliación cercana al PRI, de la cual formaron parte líderes estudiantiles del Politécnico y de la Universidad, que ocupaban previamente en el movimiento puestos de dirección y que no quisieron perderlos, sino participar en el CNH, no asumiendo las posiciones más radicales. Ellos no estaban enmascarados; simplemente trataron de conservar sus sitios, como en efecto lo lograron (García Cantú, 1993).
En la primera fase del movimiento, resulta sorprendente la rapidez con que la protesta se transformó en un movimiento social dotado de una organización centralizada.11 En el curso de dos semanas, del 26 de julio al 8 de agosto cuando se forma el Consejo Nacional de Huelga (CNH), la protesta se da un programa y una dirección colectiva formada por 210 alumnos, tres por cada una de las setenta escuelas o facultades. En el mitin del 5 de agosto, en el Casco de Santo Tomás, se emplaza al gobierno a responder en 72 horas a las demandas contenidas en el pliego petitorio de seis puntos, o en su caso estallaría la huelga nacional. La espontaneidad con la que estalla la protesta, la consolidación de una dirección colectiva centralizada, su rápida difusión a escala nacional y el estallido de la huelga nacional, obedecen a dos causas. La primera se encuentra determinada por la estructura de oportunidades políticas. Este concepto describe las fuerzas políticas formales e informales que rodean a un movimiento. Incluye una amplia variedad de factores, desde la naturaleza del Estado a la presencia de grupos de apoyo. La capacidad represiva del Estado, la apertura a los niveles de acceso en el sistema político, la cohesión de la élite política, la presencia de aliados y el tiempo del ciclo de protesta. En ese momento, el sistema político mexicano se caracterizaba por un centralismo presidencialista, estructuras corporativas y una gran desigualdad en la distribución de la riqueza. Y ante los conflictos prefería recurrir al aparato de policía y al militar, en vez de a la política y la negociación. Es importante destacar que hay una relación entre la percepción subjetiva y las oportunidades políticas. De manera que la percepción del cierre de las oportunidades políticas, tales como actos represivos, generó un movimiento social de proporciones nacionales. La segunda causa del rápido crecimiento del movimiento y su transformación en un movimiento popular12 se localiza en la repercusión social y popular que tuvo la demanda principal del movimiento en torno a las libertades democráticas. El movimiento surge por las agresiones que la fuerza pública comete en contra de los planteles escolares y durante las manifestaciones del 26 de julio, una organizada por un grupo estudiantil oficial del Instituto Politécnico Nacional y, la otra, la manifestación que año con año venía efectuándose para celebrar el aniversario de la Revolución Cubana. Iniciado el movimiento estudiantil como una protesta contra los excesos de la fuerza pública, toma un cariz totalmente diferente y se va canalizando hacia la petición de medidas que tendían a democratizar la vida pública del país como, por ejemplo, la derogación del artículo 145 del Código Penal y la libertad de presos políticos. He aquí que el movimiento, partiendo de una protesta, fue conducido hacia rumbos totalmente distintos. La demanda de libertades democráticas reclamaba la libre expresión de pensamiento, el respeto a los derechos de la oposición, la libertad de prensa, garantías y derechos individuales, el derecho a la organización y a la huelga, el cese a la persecución política y sindical, la libertad de los presos políticos.13 La demanda de libertades democráticas fue ampliamente aceptada como marco maestro por varios movimientos sociales, el estudiantil, el obrero y el popular. En este sentido, el discurso del movimiento estudiantil del 68 tuvo una gran resonancia en amplios sectores de población que lo hicieron suyo, contribuyendo de esta manera a su crecimiento. El marco de las libertades democráticas predominó en el discurso del movimiento estudiantil. Como contraparte, las autoridades, los militares, la policía y la prensa enarbolaron el marco de la conjura comunista.
La huelga, las manifestaciones, los mítines y las brigadas14 de reparto de la propaganda fueron los repertorios de la acción colectiva que utilizó el movimiento del 68. Las más importantes manifestaciones fueron tres. La del 13 de agosto salió del Casco de Santo Tomás y reunió a 150 000 participantes que llegaron al Zócalo. En ella participaron estudiantes del IPN, de la UNAM, Chapingo, normales y el público en general; la Coalición de Maestros encabezó la manifestación que exige la libertad de Vallejo y de los presos políticos; la principal consigna es «¡Líder honesto igual a preso político!» El 27 de agosto salió otra del Museo de Antropología y reunió alrededor de 300 000 participantes; los estudiantes llevan retratos de Juárez, Villa, Zapata, Hidalgo, el Che Guevara y Vallejo. Una vez en el Zócalo, los estudiantes permanecieron en la plaza e izaron una bandera rojinegra a media asta. En la madrugada, los que habían permanecido allí fueron desalojados por el ejército. Al día siguiente hubo un acto de desagravio a la bandera nacional, al que asistieron trabajadores al servicio del Estado. El 13 de septiembre tiene lugar la «marcha del silencio», que sale del Museo de Antropología rumbo al Zócalo. Fue una manifestación de más de 250 000 personas, en donde todos marcharon en silencio para evitar que la policía pusiera como pretexto una provocación de los estudiantes. Los estudiantes cubrieron la ruta con los brazos en alto haciendo con los dedos la «V» de la victoria; algunos llevaban tela adhesiva en la boca simbolizando la consigna que era: «nadie deberá abrir la boca». En esta manifestación aparece por primera vez el símbolo del movimiento, que es un círculo con radios de arriba hacia abajo y del centro hacia la derecha que forman una «L» (Libertades) y la parte de la circunferencia que corta a ambos forma una «D» (Democráticas). El campo mayor es de color rojo y el menor es morado con un círculo rojo en su interior (Cazés, 1993).15 Los símbolos usados por el movimiento no siempre fueron bien vistos; algunos de ellos sirvieron para confirmar la falta de nacionalismo por enarbolar personajes y lemas extranjeros. El movimiento no recurría a la historia nacional porque no la sentía como suya. No obstante, en la marcha del silencio surgen las figuras de los héroes de la historia mexicana, Hidalgo, Morelos, Zapata y Villa, ninguna de Ernesto Che Guevara, de Marx o de Mao. El movimiento experimenta un giro hacia los sentimientos nacionalistas y en las marchas, a través de las calles de la ciudad, los contingentes pasan frente a los monumentos nacionales que conmemoran a Juárez y la Independencia nacional: «Ya no más porras injuriosas, olvídense de los insultos y de la violencia. No lleven banderas rojas. No carguen pancartas del Che, ¡ni de Mao! ¡Ahora vamos a llevar la figura de Hidalgo, la de Morelos, la de Zapata, pa’ que no digan! ¡Son nuestros héroes! ¡Viva Zapata! ¡Viva!»16
La fase final del movimiento
A través de las protestas públicas, los movimientos buscan influir en la opinión pública. El rasgo característico de las protestas es su capacidad para movilizar a la opinión pública presionando de esta manera a los funcionarios a que tomen decisiones a favor del movimiento. Con la finalidad de intervenir en el proceso de toma de decisiones políticas del gobierno, la protesta adopta la forma de manifestaciones, mítines y huelgas. En este sentido, la protesta es una estrategia, no convencional, es decir, no apegada a los principios de la democracia representativa, según los cuales la intervención sobre la toma de decisiones debe hacerse, bien directamente, mediante el uso de la oposición parlamentaria, o bien indirectamente, mediante el voto de los ciudadanos en las elecciones. En la medida en que la protesta es un recurso que utilizan los sectores sociales que tienen menos poder, el éxito de la protesta depende de la capacidad de poner en movimiento un proceso de persuasión indirecta, mediado por los medios de comunicación, dirigido a obtener el apoyo de grupos más poderosos con el fin de conseguir decisiones políticas favorables a los sectores sociales menos poderosos. Sin embargo, para lograr el éxito, la protesta debe tener en cuenta la capacidad represiva del Estado. Hay dos tipos de estrategias que establecen los Estados en relación con la protesta. Estrategia de exclusión, que se basa en la represión del conflicto. Los países que aplican esta estrategia tienen un gobierno ideológicamente homogéneo y conflictos sociales polarizados. Estrategia de inclusión, que se funda en la cooptación de las demandas emergentes. Los países que implementan esta estrategia tienen un gobierno ideológicamente heterogéneo y abierto a los actores externos.
¿Qué factores influyen en la adopción de alguna de estas estrategias? Uno de estos factores se relaciona con la cultura política y la historia democrática del país. En 1968, el Estado le respondió al movimiento estudiantil con la estrategia de exclusión.
El 18 de septiembre, a las 10 de la noche, el ejército invade Ciudad Universitaria. Diez mil soldados comandados por el general Crisóforo Masón Pineda tienen la misión de capturar a «los agitadores del Comité de Huelga.» Los oficiales encuentran pintas en puertas y muros con las siguientes consignas y nombres: «Lucha hasta morir». «Volveré y seré millones». «Che Guevara». «Únete a la lucha». «Ahora el fusil». «Marx». «Si la victoria ya está cerca». En un comunicado de prensa, la Secretaría de Gobernación explica la decisión de intervenir la UNAM:
Es del dominio general que varios locales escolares […] habían sido ocupados y usados ilegalmente, desde fines de julio último, por distintas personas, estudiantes o no, para actividades ajenas a los fines académicos [...] Por tanto hubo necesidad de hacer uso de la fuerza pública para desalojar de los edificios universitarios a las personas que no tenían derecho a permanecer en ellos [...] así como para restablecer la autoridad interna y salvaguardar la autonomía universitaria.17
Al día siguiente, los detenidos por el ejército en Ciudad Universitaria son trasladados a la cárcel de Lecumberri y a la Procuraduría del Distrito.
El 21 de septiembre, en Zacatenco, continúan los enfrentamientos entre estudiantes y policías. Alumnos de la Vocacional 7 se preparan con piedras y bombas molotov en espera de la llegada de los granaderos a la zona de Tlatelolco. Los estudiantes queman trolebuses, patrullas e interrumpen el tráfico por San Juan de Letrán. En la tarde llegan los granaderos a Tlatelolco; los estudiantes, parapetados en los edificios aledaños, sorprenden a los granaderos arrojándoles piedras, palos y bombas molotov y los vecinos de Tlatelolco les avientan baldes de agua caliente. Los siguientes días se suceden enfrentamientos entre la policía, los granaderos, los militares y los estudiantes. El 1 de octubre el ejército entrega Ciudad Universitaria. El CNH anuncia la realización de un mitin el 2 de octubre en la Plaza de la Tres Culturas, y que al terminar saldrá una manifestación hacia el Casco de Santo Tomás para exigir la salida del ejército de los planteles del IPN. El 2 de octubre en la tarde inicia en la Plaza de las Tres Culturas el mitin que esperan cerca de 15 000 personas, entre ellas estudiantes, electricistas, comerciantes, ferrocarrileros y periodistas nacionales y extranjeros. Cuando el mitin está por concluir, se informa a la multitud que se suspende la marcha como medida de seguridad para evitar posibles enfrentamientos. Se solicita a los asistentes que se retiren a sus casas en cuanto concluya el acto. En ese momento, un helicóptero sobrevuela y una luz de bengala aparece en el cielo y cae lentamente. Al mismo tiempo, otro helicóptero lanza dos luces de bengala. Inmediatamente se escucha el ruido de carros militares que se acercan y se estacionan alrededor de la plaza. Los soldados saltan de los carros con sus ametralladoras y entran a la plaza. En los tejados de los edificios también se encuentran soldados. La mayoría de los asistentes asegura que los soldados, sin advertencia ni previo aviso, comenzaron a disparar. La plaza se convierte en un infierno y la gente corre de un lado a otro.
Al día siguiente, el general Marcelino García Barragán, secretario de la Defensa Nacional, en una conferencia de prensa declaró ante los periodistas:
[...] que el ejército había intervenido en Tlatelolco a petición de la policía y para sofocar un tiroteo entre dos grupos de estudiantes «que la tropa había sido recibida a balazos por francotiradores y que el tiroteo duró aproximadamente una hora […] Informó que el ejército usó en el tiroteo su arma reglamentaria -mosquetón 762- y que los estudiantes utilizaron metralletas. 18
Por su parte, el Senado expresó su apoyo al presidente de la república.19
El 4 de octubre, en una sesión en la que hubo golpes, en la Cámara de Diputados se aprobó un documento del PRI y del PARM que afirmaba que las medidas tomadas por el gobierno el 2 de octubre en Tlatelolco correspondían a «la magnitud de los acontecimientos y a la gravedad de las circunstancias». El documento fue aprobado por mayoría, pese a los votos en contra de los diputados del PAN y del PPS.20
El 5 de octubre, el CNH dio una conferencia de prensa en la que declaró que la matanza de Tlatelolco fue provocada por una de las fracciones gubernamentales en pugna, que valiéndose de grupos armados ametralló al ejército y al pueblo. Esto originó que la tropa respondiera al fuego contra los francotiradores y la multitud. Además, aseguraron que durante la matanza de Tlatelolco ningún estudiante estaba armado. En cambio, los francotiradores traían una contraseña y pistolas similares.21 El día 9 el CNH acepta la tregua olímpica y se compromete a no realizar manifestaciones del 12 al 28 de octubre. El sábado 12 se inauguran las Olimpiadas de México 68 y el 4 de diciembre los estudiantes regresan a clases.
Consideraciones finales
El movimiento estudiantil del 68 fue un movimiento por la democracia.22 El sistema político se encontraba dominado por el régimen de partido único de Estado con los partidos del PRI, el PAN, el PPS y el PARM. Mientras que en la oposición el Partido Comunista prácticamente se encontraba satanizado y el resto de la izquierda era reducida a grupos de marxistas ortodoxos como los maoístas, espartaquistas, trotskistas y guevaristas. Una de las demandas centrales del movimiento era la derogación del artículo 145 del Código Penal que castigaba el delito de «disolución social» y por el cual habían sido encarcelados Demetrio Vallejo y Valentín Campa, líderes ferrocarrileros; maestros de la sección IX; líderes de movimientos estudiantiles de Puebla, Michoacán, Guerrero; varios políticos vinculados con luchas armadas y líderes del movimiento médico. Es sorprendente la espontaneidad y la rapidez con que el movimiento de 68 se difundió y pasó de una protesta a movilizaciones de cientos de miles en las calles. El movimiento pasó del estallido de una protesta y rebasó sus demandas iniciales para proponer un programa de cambios radicales. Movimientos precedentes como el de la huelga de los ferrocarrileros de 1958 a 1959, el de la huelga de los médicos de 1964 a 1965, proponían demandas relacionadas a sus intereses económicos de grupo, sectoriales y profesionales. Los estudiantes de 1968, en cambio, enarbolaron demandas que abarcaban un rango mayor de problemas políticos, sociales y económicos. El CNH se aproximó al estatus de partido político creándole al sistema político una crisis de legitimidad de enormes dimensiones a tal punto que la respuesta de la élite gobernante adoptó la forma de una campaña de deslegitimación y desprestigio del movimiento estudiantil (Yoram, 1971). En el imaginario político se trató de un proceso de la conversión del enemigo político en delincuente común (Gilabert, 1991). El gobierno de Díaz Ordaz no reconoció ni consideró como tales a los presos políticos, ya que el ministerio público hizo las consignaciones por los delitos de ataques a las vías generales de comunicación, despojo, acopio de arma, homicidio, lesiones contra agentes de la autoridad, resistencia de particulares, invitación a la rebelión, asociación delictuosa, daños en propiedad ajena, robo, falsificación de documentos.
De igual manera, para comprender el movimiento del 68 en México es necesario ubicarlo en el contexto de una serie de movimientos estudiantiles a escala mundial. En el año de 1968 en 18 países23 se dan numerosas manifestaciones estudiantiles. En Francia, las autoridades cierran la Universidad de Nanterre y La Sorbona. Los estudiantes responden ocupando La Sorbona y el Odeón constituyéndose en asamblea permanente revolucionaria. El 17 de mayo se declara en París la huelga general, como protesta contra el gobierno. En Bélgica, en la Universidad de Lovaina, 3000 estudiantes se enfrentan con la policía. Después levantan barricadas en la Universidad Libre de Bruselas y chocan con la policía en Amberes, Ostende, Bruselas y Lovaina. En Italia se dan luchas callejeras entre policías y estudiantes en Roma y en Turín. En Londres se da una violenta manifestación estudiantil en contra de Estados Unidos. En Estados Unidos la Universidad de Berkeley es declarada en estado de desastre civil al cabo de tres días de disturbios estudiantiles. Como indicaba Marcelino Perelló (González, 2003), pasaban muchas cosas simultáneamente; en el contexto internacional, los sesenta fueron la psicodelia, pero sobre todo tuvieron una faceta política que se puede resumir en el nacimiento del Tercer Mundo, la irrupción de un nuevo mundo constituido por Asia, África, Oceanía y América. En América Latina fue la guerrilla, fue el Che, Marigella en Brasil, los Tupamaros en Uruguay, Marco Antonio Yon Sosa en Guatemala. En Estados Unidos fue el movimiento negro de Martin Luther King y el movimiento de Malcolm X y sus «panteras negras»; todo ello ejerció una gran influencia. Pero en los sesenta también se produjo un gran movimiento cultural, que abarca la música, el cine y la literatura latinoamericana. El 68 fue un efecto de los sesenta y los sesenta fueron un fenómeno mundial.