Introducción
En un trabajo previo que lleva por título «El Partido Acción Nacional y la difícil ruta de la construcción ciudadana»2 afirmé que la caída en los porcentajes de votación de este partido en las elecciones intermedias de 2015 y el impacto negativo que ese proceso tuvo en su representación en la Cámara de Diputados eran apenas dos botones de muestra de la urgente necesidad de Acción Nacional de trabajar en su relación con la ciudadanía y en la ampliación de su estructura territorial, si su objetivo principal era ganar elecciones. No obstante, apenas un año después el PAN regresó a la disputa electoral en varias entidades de la República Mexicana, entre las que destacó Veracruz, un territorio clave para la elección presidencial de 2018.
Si bien ese estado de la república es relevante por sí mismo, entre otras cosas porque su padrón electoral ocupa el cuarto sitio nacional3 y porque la economía local, a pesar de la crisis, aún sigue siendo importante en varios sectores para la economía,4 fue apenas en los años noventa del siglo pasado cuando los panistas mostraron que podían mejorar sus niveles de votación en regiones y municipios específicos; por otro lado, el PAN en realidad ha estado en la pelea por la gubernatura desde hace poco más de un lustro. Aunque Veracruz se ha convertido en la entidad que más aporta militantes al padrón nacional de este partido (Tabla 1), con una estructura muy localizada y en un estado de fuerte presencia priísta, parecía difícil que un candidato de Acción Nacional pudiese ganar la elección de gobernador.
Tabla 1
[i] Fuente: Elaboración propia. El número de militantes del Partido Acción Nacional (PAN) se obtuvo del Registro Nacional de Militantes del partido. <http://www.rnm.mx/Estados>.
El objetivo de este trabajo es analizar la situación estructural del Partido Acción Nacional y sus resultados en la elección de gobernador de Veracruz en 2016, así como los obtenidos en los comicios de 2017, cuando se renovaron las 212 alcaldías. El PAN ganó dos importantes elecciones en un territorio tradicionalmente corporativista y clientelar, a pesar de ser un partido realmente pequeño. En esa perspectiva, pretendo aportar elementos del análisis empírico para la construcción de tres hipótesis a comprobar ampliamente en futuras investigaciones: (a) el triunfo de Acción Nacional en Veracruz muestra que, en contextos altamente deteriorados, no importa el tamaño y la presencia territorial del partido para ganar una elección por competida que sea; (b) las redes clientelares creadas por los propios partidos y la utilización de las estructuras de otras organizaciones políticas parecen ser el mecanismo clave para ganar la elección, y (c) así como la ideología o los valores enarbolados por un partido no suelen ser relevantes para sus élites, parece que tampoco lo son para sus militantes y simpatizantes.
El artículo se divide en cuatro partes, además de esta introducción. En la primera planteo algunas reflexiones sobre varias tesis en torno a los partidos políticos, a propósito del desempeño del PAN en las elecciones de Veracruz. En el segundo apartado avanzo varios elementos empíricos que apoyan esas reflexiones, considerando la situación estructural que ese partido vive en dicha entidad. En la tercera parte abordo sus resultados electorales. Y en la última parte hago algunos comentarios finales.
Reflexiones sobre algunas tesis en torno a los partidos políticos
Como sabemos, los partidos políticos en general han perdido credibilidad entre la ciudadanía e incluso entre su militancia, de tal suerte que cada vez les es más difícil convencer sobre su eficacia para cumplir con sus funciones. Así, en contextos de alta competitividad electoral, también caracterizados por ambientes sociopolíticos complejos, los partidos están echando mano de nuevas estrategias, estructuras y liderazgos que les ayuden a movilizar al electorado. Los partidos están desarrollando nuevos procesos de adaptación a las condiciones que les impone el ambiente y renovando los mecanismos para captar votos, aunque su relación con la ciudadanía en procesos electorales no necesariamente se traduzca en el fortalecimiento de su vida institucional.
La pérdida de credibilidad de los partidos políticos tradicionales, entre otras cosas, ha sido resultado del incumplimiento de cuatro de sus funciones: (a) la socialización política, es decir, de educar al mayor número de ciudadanos en su ideología y valores; (b) la legitimación del sistema político promoviendo las instituciones democráticas; (c) la representación de intereses de grupos específicos, y (d) la movilización de la opinión pública en torno a temas concretos de la agenda pública (Kurt y Neuman, 1980). El caso del PAN en Veracruz muestra que este partido cumplió básicamente con las últimas dos funciones; haber cumplido con las dos primeras tareas requería, en principio, de una eficiente función de la estructura partidaria, es decir, requería de una amplia presencia territorial que permitiera al partido y a sus candidatos acercarse a la mayor cantidad de ciudadanos, posibles votantes e incluso posibles militantes; por otro lado, implicaba convencer a partir de un programa político en el que se plasmaran sus principios ideológicos, así como utilizar estrategias de acción propias de la democracia, como, por ejemplo, el desarrollo de una cultura ciudadana. Estos aspectos, sin embargo, parecen haber estado fuera de la acción partidista.
Las elecciones para gobernador de Veracruz en 2016 permiten observar varios elementos adicionales para una mayor problematización sobre el desempeño institucional de los partidos tradicionales mexicanos, como es el caso de Acción Nacional. Por ejemplo, en varios estudios se ha venido argumentando la pérdida de la centralidad de la ideología a nivel de la actuación de las élites partidistas, pero no se ha debatido suficiente acerca de la pérdida de la relevancia que la ideología puede tener en la militancia, como tampoco se ha abordado con detalle la relevancia que realmente puede tener la estructura territorial para ganar los procesos electorales. Por otro lado, habría que revisar aquel planteamiento de Kirchheimer (1966), quien afirmaba que la prosperidad económica puede romper las históricas tensiones, disminuir la relevancia ideológica y debilitar lo mismo a los partidos clasistas que a los confesionales, los conservadores o los liberal-conservadores. Lo que muchas veces observamos es que incluso en el marco de fuertes crisis económicas y de la profundización de tensiones históricas, la ideología parece no tener relevancia para las élites, pero tampoco para los militantes. En este sentido, hay que reconocer, de nuevo retomando a Kirschheimer, que hay un proceso de ida y vuelta que se expresa en los partidos catch all y es que en las sociedades contemporáneas en las que se va perdiendo el interés por las ideologías se reproducen partidos que contribuyen a esa desideologización y viceversa (1966:199). De hecho, lo que sí podemos ver con claridad es una segunda parte de la propuesta de este autor en la que afirmaba que finalmente son las leyes del mercado político las que terminan por someter a los partidos y los obligan a transformar sus objetivos y estrategias en aras de captar electores y mantenerse en la lucha por el poder.
En el análisis sobre la crisis de los partidos políticos en el mundo, de acuerdo con Appleton y Ward (1995:114), se han perfilado dos posturas analíticas sobre su situación actual: la de quienes denuncian el deterioro de los partidos y la de los defensores de su adaptación. Personalmente comparto esta segunda visión y considero que lo que salta a la vista es su capacidad y pragmatismo para reinventar sus estrategias de supervivencia en contextos en los que en muchos países parece haber una tendencia generalizada del electorado a ya no involucrarse orgánicamente en los partidos políticos y a participar coyunturalmente a través de movimientos ciudadanos (Montero y Gunther, 2007:19). Así las cosas, además de que la ideología ha pasado a un segundo plano en la estrategia de los partidos, también se observa el desdibujamiento del vínculo estrecho que -por lo menos en teoría- parecía existir entre el tipo de partido, el perfil de la militancia y el perfil del electorado al que los partidos pretenden llegar. En ese sentido, en el caso que nos ocupa, es importante observar cómo un partido como Acción Nacional, que durante muchos años se presentó como una institución de ciudadanos que tenía entre sus principales objetivos la construcción de una cultura ciudadana e independiente de las redes clientelares, ha echado mano de éstas como una estrategia clave para su refuncionalización. La realidad parece indicar que la cultura clientelar ha marcado incluso a los partidos de oposición que, como el PAN, después de su paso por el ejercicio de gobierno, reconoció el valor pragmático de dichas redes y, por otro lado, que las condiciones de desigualdad social cada vez más pronunciadas en México son con frecuencia usadas electoralmente por los partidos, a pesar de su discurso democratizador.
Ahora bien, si -en principio- la naturaleza de los partidos políticos nos dice mucho sobre el tipo de militantes que pretende formar y el tipo de electorado al que pretende llegar, es útil retomar aquella premisa clásica de Duverger (1956) en el sentido de que un partido de cuadros, de notables o también llamado de ciudadanos, estaría más en la ruta de captar la atención y representar a las clases medias y altas, a los sectores educados de la sociedad, que tienen resueltas sus necesidades básicas relativas a su manutención, trabajo, salud, etc., y que buscan en la política una forma de incidir en otros procesos de la vida democrática. No obstante, en el caso que nos ocupa, justo es interesante observar que Acción Nacional ha logrado avanzar electoral y políticamente en una entidad que, por su composición sociodemográfica, se antoja un territorio difícil para un partido que históricamente ha tenido presencia, sobre todo en zonas urbanas y entre la clase media.
Algunos datos que nos hablan de esta complejidad son los siguientes. Según datos del Instituto Nacional de Geografía e Informática, en 2015 el estado de Veracruz tenía 8’112 505 habitantes, 61% de la población vivía en zonas urbanas y 39% en zonas rurales. En Veracruz, el grado promedio de escolaridad de la población de 15 años y más es de 8.2 grados, lo que equivale a poco más de segundo año de secundaria, 55% tiene la educación básica concluida, casi 20% terminó la secundaria y 15% concluyó la educación superior. El 9% de la población mayor de 5 años habla una lengua indígena y de cada 100 personas que declararon hablar una lengua indígena, 14 no hablan español.5 La edad promedio de la población económicamente activa es de 39 años y su escolaridad promedio de 9.8 años.6
Con esas referencias generales sobre la población veracruzana, en principio, ya es difícil pensar que un partido como el PAN, con una estructura pequeña -como se verá- haya logrado penetrar por sí sólo en amplios sectores de la sociedad local. Si, como dice Poguntke (2002), ante la crisis los partidos han intentado recuperar lo perdido en materia de afiliación y llegar a sectores sociales a los que no han tenido acceso, la cultura política, los rasgos demográficos de su población veracruzana y las propias limitaciones estructurales de un «partido de ciudadanos» como el PAN, no son elementos que abonen positivamente a su crecimiento. Por otro lado, si bien es cierto que los partidos políticos mexicanos están usando estrategias de acercamiento a la ciudadanía cada vez más sofisticadas vía internet, aún sigue siendo fundamental la construcción de vínculos por medio de su organización tradicional e incluso el uso de las redes clientelares establecidas por ellos u otras fuerzas políticas. En el caso del PAN, si bien se trata de una organización política eficiente en la administración y control de sus procesos internos a escala nacional, también es cierto que localmente muchos de sus comités y subcomités aún tienen importantes dificultades para la comunicación y contacto con la ciudadanía. Parece claro que en el singular proceso veracruzano, al hacer mancuerna con el Partido de la Revolución Democrática, el PAN logró construir los apoyos necesarios usando las redes clientelares de este partido, así como las redes de apoyo del candidato a la gubernatura, Miguel Ángel Yunes, quien fue un importante priísta en la entidad y en su trayectoria en el PRI logró construir sólidas alianzas político-electorales en distintos puntos de la entidad.7
Fuerza político-electoral del PAN en el estado de Veracruz
Tras la reforma de estatutos del PAN en 2014 en la que se eliminó la categoría de militantes adherentes, el nuevo padrón quedó apenas por encima del nivel de 1999, es decir, en cerca de 400 mil militantes (Hernández, 2013). Si bien Acción Nacional nunca será un partido de masas, es un hecho que los imperativos de la lucha electoral le han planteado la necesidad de tener presencia en nuevos espacios, incluso en los que -como he mencionado- le son difíciles de penetrar considerando el perfil social y cultural de la población. A pesar de ello, entidades como Veracruz han sido un reto y un objetivo para el PAN; el panismo ha aprovechado el caldo de cultivo que se ha producido con las crisis económicas, con las divisiones dentro del priísmo local y con un ambiente marcado por la violencia social y política, por lo que desde hace varias décadas el panismo observó la posibilidad de recoger la crítica ciudadana al gobierno del estado en relación con temas sustanciales como el desempleo, la corrupción y la inseguridad, por mencionar algunos.8
Veracruz es uno de los estados más poblados del país. Según el Censo Nacional de Población, en 2010 la entidad cuenta con más de siete millones de habitantes distribuidos en 212 municipios. Electoralmente, su padrón electoral ocupa el cuarto lugar nacional, con 5’125 499 electores y 30 distritos electorales. Como dije, se trata de una entidad clave en la economía nacional, tanto por la riqueza generada por sus históricas regiones petroleras en el norte y sur del territorio, como por el turismo, comercio y servicios en la zona centro, y el desarrollo de la ganadería y la agricultura a lo largo del estado, actividades económicas que a pesar de la crisis siguen siendo relevantes en el Producto Interno Bruto del estado y el país.
Históricamente, Veracruz fue y sigue siendo un bastión político-electoral del PRI. Fue apenas hasta la reciente elección de junio de este año cuando un miembro del PAN y exmilitante priísta ganó la elección de gobernador, después de 86 años de gobiernos del PRI. La cultura política de la entidad ha estado marcada por las prácticas clientelares y corporativistas típicas del priísmo, más que por estrategias ciudadanas que abonen a la construcción de procesos democráticos. En este sentido, puede decirse que fue hasta el final de la década de los ochenta, con la candidatura a la presidencia de la república de Cuauhtémoc Cárdenas por el Frente Democrático Nacional, que en varios municipios de la entidad la izquierda comenzó a tener mayor relevancia y los procesos de participación ciudadana fueron haciéndose presentes con mayor naturalidad. En este sentido, destacó el trabajo de organizaciones como Alianza Cívica, que articuló amplias redes de la sociedad civil en oposición al gobierno.
Pero Acción Nacional poco tenía que disputar en esos momentos. El PAN era un partido con poca representación electoral, la cual, además, estaba concentrada en municipios como Xalapa, Córdoba, Orizaba, Fortín de las Flores, Boca del Río y Veracruz Puerto. En la década siguiente, Acción Nacional mostraría su fuerza en lo que en otros trabajos he denominado la Región Centro-Golfo, integrada por el corredor industrial, comercial y turístico que va de Puebla a Veracruz. Con el ascenso del PAN al gobierno federal en el año 2000, al panismo se le crearon expectativas sobre la posibilidad de ampliar su presencia en territorios difíciles de penetrar. Es importante destacar que, además del uso de programas sociales federales en las administraciones de Acción Nacional, particularmente cuando estuvo al frente de Desarrollo Social Josefina Vázquez Mota, otros actores políticos incluso internacionales, como la alemana Fundación Konrad Adenauer, parte de la Organización Democratacristiana Internacional, han contribuido a que orgánicamente Acción Nacional haya podido vincularse con población asentada en territorios mayormente campesinos o indígenas en estados como Veracruz, Tabasco, Chiapas y Oaxaca.9
Para ello, en 2001 se llevó a cabo una reforma de estatutos en la que, entre otras cosas, se estableció que los comités directivos municipales debían coordinar el trabajo de subcomités en cada municipio, los cuales se integrarían con un número variable de secciones electorales (Hernández, 2003). La intención era que los subcomités fuesen la unidad organizativa con la que el PAN desplegaría un trabajo político lo más desagregado posible y, por ende, lo más cercano a la ciudadanía. La creación de los subcomités -como se consignó en 2001- o delegaciones municipales -como en los hechos fueron llamados- no ha sido exitosa y puede inferirse que, por lo menos por esta vía, el panismo no ha tenido éxito en la construcción de nuevos vínculos ciudadanos. Sólo el Estado de México, Jalisco y Veracruz, han tenido avances en la creación de estas subunidades, aunque en el caso que nos ocupa no se han constituido los subcomités en los 212 municipios. Lo interesante, sin embargo, es que a pesar de las dificultades del trabajo organizacional, Veracruz es el estado que más aporta miembros al padrón nacional del PAN, por encima de entidades históricamente importantes como el Estado de México, Jalisco y Nuevo León, pero que con la militancia que reúne, que es de poco más de 40 mil personas, se antoja difícil que Acción Nacional pueda, por sí sólo, ganar una elección. Un dato adicional en ese sentido es que sólo en cinco de los 20 municipios en los que el PAN tiene cierta representación en términos de militancia, su nivel se encuentra entre las 1300 y casi 6000 personas; estos son los casos de Tantoyuca, Xalapa, Veracruz, Boca del Río y Córdoba (Tabla 2, Mapa 1). Aquí hay que destacar este último caso, donde el PAN ha tenido presencia desde hace varias décadas y al parecer su militancia no ha crecido significativamente; y, por otro lado, el caso de Tantoyuca, donde recientemente Acción Nacional ganó terreno en un contexto de crisis de la zona petrolera y el aumento de la violencia. También es interesante observar que sólo dos de esos cinco municipios están gobernados por un panista; estos son Tantoyuca y Boca del Río.
Tabla 2
[i] Elaboración propia. El número de militantes del Partido Acción Nacional (PAN) se obtuvo del Registro Nacional de Militantes del partido. <http://www.rnm.mx/Estados>.
Mapa 1
Fuente: Elaboración propia con datos del Organismo Público Local Electoral (OPLE) de Veracruz. <https://oplever.org.mx/proceso1213.html>.
Resultados del PAN en la elección de gobernador de 2016 y local de 2017
Acción Nacional fue mejorando sus niveles de votación en la elección para gobernador, particularmente entre 1998 y 2010 (Gráfica 1). Entre la elección de 1998 y 2004, el PAN creció casi ocho puntos porcentuales, y entre 2004 y 2010 su nivel de votación también aumentó, aunque apenas en seis puntos. En la pasada elección, no obstante, la presencia de una izquierda fuerte representada en el Movimiento de Regeneración Nacional disputó importantes espacios opositores, particularmente en la capital del estado.
Gráfica 1
Fuente: Elaboración propia, con datos del Organismo Público Local Electoral (OPLE) de Veracruz. <https://oplever.org.mx/proceso1213.html>.
Otro dato interesante es el relativo a la distribución de distritos electorales ganados por el PAN en el periodo 1998-2016 (Gráfica 2). Acción Nacional prácticamente aumentó el número de los distritos electorales en los que resultó triunfador entre las elecciones de 2004 y 2010, cuando pasó de ganar 36.6% a triunfar en 53.55% de los distritos electorales. En una perspectiva temporal amplia, tenemos que en la elección de 1998 el PAN apenas ganó el 8% de los distritos electorales, lo que indicaba una presencia muy focalizada en el centro de la entidad, en los distritos de Veracruz-Boca del Río (Tabla 3). En cambio, en los procesos electorales de 2004 y 2010 Acción Nacional logró ampliar su presencia en el norte del estado, incorporando distritos importantes en los municipios de Tantoyuca, Temapache, Tuxpan, Poza Rica y Papantla, además de ampliar su presencia a distritos de otros municipios del centro como Misantla, Huatusco, Tierra Blanca y La Antigua (Mapa 2).
Gráfica 2
Fuente: Elaboración propia, con datos del Organismo Público Local Electoral (OPLE) de Veracruz. <https://oplever.org.mx/proceso1213.html>.
Tabla 3
[i] Fuente: Información del OPLE. <https://oplever.org.mx/proceso1213.html>.
Mapa 2
Fuente: Elaboración propia, con datos del Organismo Público Local Electoral (OPLE) de Veracruz.<https://oplever.org.mx/proceso1213.html>.
Por lo que toca a las elecciones de 2016, aunque el PAN ganó con menos distritos que en 2010, pues sólo resultó triunfador en 13 de los 30 distritos en disputa, lo que equivale al 43%, logró tener presencia en otros municipios del centro-norte del estado, como Martínez de la Torre, Emiliano Zapata -municipio conurbado a Xalapa-, Medellín, Zongolica y Cosamaloapan. Por otro lado, en el sur del estado la presencia de Acción Nacional es prácticamente inexistente, pero ha venido ganando un sitio relevante en la zona petrolera del norte de la entidad, que es parte del Cinturón de Burgos, colindante con el estado de Tamaulipas, en regiones cañeras y cafetaleras del centro del estado, así como en las zonas serranas y con importante población indígena como son Papantla y Zongolica, cuyo ambiente se complica por la violencia generada por el crimen organizado.
Me parece importante apuntar que históricamente, como sucede a lo largo y ancho del país, las regiones serranas son muy vulnerables respecto al clientelismo electoral, proceso en el que los partidos, autoridades municipales, funcionarios y diputados locales, suelen actuar como intermediarios del intercambio económico y social por bienes electorales. De acuerdo con un estudio de una organización pro defensa del voto, Veracruz ocupa el séptimo lugar por porcentaje y el segundo por cantidad de población con ingresos por debajo de la línea de pobreza, lo que quiere decir que son más de seis de cada 10 (63%) y cinco millones de personas.10 En el caso de Zongolica, la zona metropolitana más cercana a esta región es el eje suburbano de Córdoba-Orizaba, cuya dinámica agroindustrial es la columna de la economía regional. Su población es mayormente rural y concentran elevados índices de miseria y marginalidad social. Tienen costumbres muy arraigadas, lo que se aprecia en la elevada prevalencia del náhuatl, que supera el 80% de hablantes de la población total en varios municipios. Los servicios públicos son escasos y los habitantes sufren de prácticas discriminatorias.11
En esa perspectiva, no es imposible pensar que el uso electoral de los recursos pueda ocurrir. No obstante, parece complicado aportar elementos veraces en relación con este tema, toda vez que, como apuntan Ugalde y Rivera, el problema con los estudios sobre clientelismo electoral es la dificultad para medir la eficacia de esta práctica, sobre todo cuando los resultados se basan en encuestas. La razón principal que ubican los autores es que la coacción y compra del voto es ilegal y con frecuencia deriva en condenas públicas, así que los encuestados prefieren no reportarla. Otros dos problemas son, por un lado, que la redacción, el orden y el formato de las preguntas también pueden influir en los resultados, obstruyendo aún más la medición. Y, por otro, que al intentar medir el clientelismo electoral se toca el tema del secreto del sufragio.12
Ahora bien, más allá de los méritos del panismo histórico de mantener su presencia, aunque mínima, en la entidad, lo más probable es que en varios de los municipios hayan sido las redes clientelares y corporativas del priísmo las que operaron en la elección de 2016 a favor del PAN y de que con la instrumentación de programas sociales clave, como Oportunidades, que inició en 2002, el voto panista se vio incrementado. En el primer caso, la reconversión coyuntural de las redes clientelares priístas no necesariamente implica el rompimiento de sus lealtades con el priísmo, pero sí su reinvención en ciertos procesos electorales, de tal suerte que obtienen importantes beneficios económicos y sociales a cambio de apoyo político-electoral hacia la «oposición». Al parecer, son los propios expriístas y, en el caso que analizamos, el propio Miguel Ángel Yunes, quien en fechas recientes ha usado sus clientelas para expresar su fuerza, sin que esto signifique fortalecer al PAN. Yunes ingresó al pri en 1969 y en ese partido llegó a ser un miembro importante, fue diputado, senador y funcionario de gobierno del estado;13 de 1992 a 1997 fungió como secretario de Gobierno cuando Patricio Chirinos era su titular. Tras un proceso de enfrentamiento con el exgobernador Miguel Alemán, a quien denunció ante la Procuraduría General de Justicia del Estado de Veracruz por supuestos actos de corrupción y abuso de poder, Yunes renunció al PRI en 2004, año en que refrendó sus vínculos con el panismo para incorporarse formalmente al PAN en 2008. Los cargos públicos más relevantes de la carrera política de Miguel Ángel Yunes han sido en el gobierno federal y a la sombra del panismo.14 Yunes ya había contendido por la gubernatura como candidato de la Alianza Viva Veracruz, integrada por el PAN y el panal, en la elección de 2010, cuando quedó a tres puntos porcentuales del priísta y actual gobernador Javier Duarte.
Un dato que aporta al análisis de las condiciones del triunfo del panismo en Veracruz es la postura que asumió Gerardo Buganza, exmilitante de Acción Nacional, cuya campaña en 2004 permitió que este partido estuviera cerca del triunfo con un candidato de importante trayectoria interna. Buganza es oriundo del municipio de Córdoba donde fue síndico y al que luego representó como diputado federal. En 2004, Gerardo Buganza obtuvo casi 34% de los votos emitidos, frente a 35% del priísta Fidel Herrera, quien resultó triunfador. Con el avance de la votación por el PAN y con las fuertes crisis entre los grupos priístas veracruzanos, la elección de gobernador de 2010 reflejó otro punto de inflexión debido al aumento de las simpatías por la oposición y por las alianzas entre el gobierno y el panismo. Al resultar triunfador, Javier Duarte incorporó a Gerardo Buganza a su gabinete como secretario de Gobierno, y con ello refrendó públicamente su confrontación con el expriísta Yunes Linares. La segunda nominación de Miguel Ángel Yunes como candidato del PAN a la gubernatura en 2016 desató una nueva crisis, pero esta vez dentro del PAN, de tal suerte que en marzo de 2010 Gerardo Buganza renunció a Acción Nacional en protesta por lo que calificó la pérdida del proyecto político de su partido en aras de la negociación de intereses específicos. Buganza también renunció a su cargo en el gobierno estatal para sumarse a las corrientes independientes.
Miguel Ángel Yunes Linares, quien fuera candidato de la Alianza Unidos para Rescatar a Veracruz, integrada por el PAN y el Partido de la Revolución Democrática, resultó triunfador en la elección para gobernador de 2016 con el 34.41% de los votos emitidos, frente al 30.53% obtenido por su primo Héctor Yunes Landa, candidato de la Alianza Unidos para Mejorar Veracruz, integrada por el PRI, el Partido Verde Ecologista de México, el Partido Nueva Alianza, Alternativa Veracruzana y el Partido Cardenista, y frente a un sorprendente 26% obtenido por Cuitláhuac García Jiménez, candidato del Movimiento Regeneración Nacional (Gráfica 3, Mapa 3). En la elección de 2016, el PAN ganó 13 de los 30 distritos disputados, que equivale al 43%, aunque su triunfo representó un descenso de poco más de seis puntos considerando su votación obtenida en 2010.
Gráfica 3
Fuente: Elaboración propia, con datos del Organismo Público Local Electoral (OPLE) de Veracruz. <https://oplever.org.mx/proceso1213.html>.
Mapa 3
Fuente: Elaboración propia, con datos del Organismo Público Local Electoral (OPLE) de Veracruz.<https://oplever.org.mx/proceso1213.html>.
Y es que el proceso electoral se desarrolló en un ambiente de violencia. Dos semanas antes de la votación hubo eventos agresivos con bombas molotov, narcomensajes amenazando de nuevos eventos si la gente salía a votar, dos casas de candidatos fueron baleadas, los ataques y amenazas se dieron a candidatos del PAN y de MORENA, algunos funcionarios de casilla amenazados y se generalizó una campaña, vía teléfonos celulares, invitando a la gente a no salir de sus casas.15 Algunos de los municipios donde la violencia fue más evidente fueron Mixtla, Tierra Blanca, Álamo, Tantoyuca, Emiliano Zapata, el puerto de Veracruz y la propia capital. La situación contribuyó a que el nivel de abstencionismo se incrementara, al pasar de 40.7% en la elección de 2010 a 46.4% en 2016.
De manera paralela, las acciones proselitistas a favor del PAN se dieron por el Consejo Coordinador Empresarial y de varios obispos, por lo que, en este segundo caso, fueron interpuestas dos acciones de inconstitucionalidad por el PRI y MORENA, alegando la participación de clérigos de la Iglesia católica en política. Los acusados ante Gobernación fueron diez obispos y varios sacerdotes por exigir a los candidatos que fijaran su postura sobre el derecho a la vida, pero también por haber criticado al gobierno y hablar del uso excesivo de recursos públicos en la elección a favor del candidato del PRI. Conforme a lo publicado en la página del Tribunal Electoral del Estado de Veracruz, al resolver los recursos de inconformidad 115 y 116, quedó acreditado que sí hubo participación activa en el proceso, pero el dictamen también señala que la Iglesia participó en actividades y declaraciones con motivo de disconformidad, pero que al no demostrarse que las declaraciones hayan tenido como finalidad beneficiar de manera directa al candidato ganador, sino más bien inmiscuirse en la vida política del estado, el Tribunal determinó que carecía de relevancia en materia electoral.16
Los resultados de la elección de 2016 fueron claves para el panismo, pero también para el PRD, partido con el que fue en coalición en la elección para gobernador, de tal suerte que, en los comicios de 2017, en los que se renovaron las 212 alcaldías, estos partidos concretaron una amplia coalición que reunió buena parte de los municipios de la entidad. El PRD encabezará 70 de las candidaturas, entre las que destacan 11 municipios que son cabeceras distritales; al norte, en Poza Rica y Papantla; al sur, en Acayucan, Cosoleacaque, Minatitlán y, al centro, en Zongolica, Xalapa, Camerino A. Mendoza y Emiliano Zapata.17
Finalmente, ese antecedente fue fundamental en los resultados que obtuvo el panismo en los comicios locales de 2017. Para la elección, el PAN volvió a ir unido con el PRD, con la coalición Contigo el Cambio Sigue. Para la designación de los candidatos, el PAN se reservó 142 sitios y el PRD pudo designar candidato a alcalde en 70 municipios. En la elección pudieron distinguirse cuatro familias, grupos o redes familiares que operaron a lo largo del territorio veracruzano. La familia Yunes, encabezada por el gobernador y sus hijos, cuyo núcleo de operación era el puerto de Veracruz y el municipio de Boca del Río. La familia Aguilar Mancha, encabezada por Juan Antonio Aguilar Mancha, dirigente del PAN en la entidad, cuyo eje articulador se situó en el municipio de Tuxpan, en el norte del estado, y la que trabajó para fortalecer la alianza PAN-PRD. La familia Guzmán Avilés, encabezada por Rosendo Guzmán Avilés, secretario de Desarrollo Agropecuario, Rural y Pesca de la entidad, y cuyo centro de acción fue el municipio de Tantoyuca, lugar en donde hay más militantes panistas, en un territorio de fuerte tradición priísta. Y el llamado Grupo Sotavento, encabezado por Tito Delfín Cano, diputado local, quien opera en el municipio de Tierra Blanca, abarcando también la región del Papaloapan. Delfín Cano ha sido cercano al gobierno de Javier Duarte.
Un dato interesante que nos habla de una relación distante entre el actual gobernador y su partido es que al revisar la página de internet del PAN estatal en ese proceso se observa que el gobernador en ningún momento aparece apoyando, como un liderazgo clave de la estructura, el desarrollo de las campañas de los distintos candidatos panistas en la entidad. Incluso, tampoco hubo promoción de su parte en los tradicionales espectaculares que se colocan en todos los distritos electorales. De hecho, el mismo bajo perfil había observado el presidente del PAN en Veracruz, en relación con la campaña de Yunes para la elección de gobernador un año antes.
Con los resultados electorales de junio de 2017 en Veracruz, Miguel Ángel Yunes resultó fortalecido, pero no el PAN. La coalición PAN-PRD triunfó en 112 de los 212 municipios en disputa, y panistas y perredistas tienen 40 y 32 presidencias municipales, respectivamente. Son de destacarse los municipios de Veracruz, Boca del Río, Córdoba, Catemaco, Coscomatepec, Fortín de las Flores, Martínez de la Torre, Xalapa, Balderilla, Tuxpan, Álamo, Acayucan, Temapache, Minatitlán, Coatzacoalcos, Papantla y Poza Rica. Importante es destacar que prácticamente en cinco de éstos el panismo tiene presencia desde hace varios años, pero, en el resto, el peso importante lo jugó el perredismo. El PAN aumentó en los municipios en los que será gobierno y aumentó también la población que habrá de gobernar. En Veracruz gobernará 4’184 251 habitantes, contra 1’541 723 que gobernaba antes de las elecciones de 2017.
Comentarios finales
Como planteé en el inicio de este trabajo, los elementos aquí vertidos nutren algunas ideas que, a manera de hipótesis, abordaré posteriormente. No obstante, con las evidencias empíricas presentadas es posible afirmar que el crecimiento y triunfo de un partido pequeño como el PAN en un estado como Veracruz parece estar más relacionado con el contexto de descomposición política, económica y social en el que se dieron ambas elecciones, así como con una estrategia en extremo pragmática de Acción Nacional que echó mano de varias situaciones: (a) el apoyo coyuntural que le dieron redes clientelares priístas para operar en lugares estratégicos de la entidad y cuyos miembros no necesariamente han pasado a militar en sus filas; (b) el uso de las redes clientelares del izquierdista Partido de la Revolución Democrática, partido con el que el PAN fue en alianza en ambas elecciones, y (c) el impulso que le dio el liderazgo de un exmilitante del Partido Revolucionario Institucional, como Miguel Ángel Yunes Linares, quien convenció al electorado de oposición de que era la única opción real de triunfo frente al sistema de partido hegemónico en esa entidad.
Algunos elementos concretos del contexto que contribuyeron al triunfo panista fueron los siguientes: (a) el fuerte desgaste de un gobierno corrupto que contribuyó a agravar la situación de crisis de la entidad; (b) las fuertes divisiones en el interior del PRI; (c) la violencia que se mantuvo como una constante a lo largo del territorio; (d) la operación de otros actores políticos clave que hicieron proselitismo a favor del PAN, como fueron los obispos de la Iglesia católica, y (e) la importante presencia que, sin duda, cobró el candidato del izquierdista Movimiento de Regeneración Nacional, que incentivó la fragmentación del sistema de partidos.
En este artículo me centro en el análisis de los factores estructurales.
El triunfo del panismo en Veracruz aporta nuevos elementos de análisis sobre un patrón que ya se había observado en otros procesos electorales locales y que ha mostrado que a casi treinta años de alternancia política en los estados y después de tres lustros de la alternancia política a escala federal, la clase política local experimenta un proceso más complejo y difícil para su transformación. Con excepciones, el caso de Veracruz también abonaría a la hipótesis de que en la mayor parte de las entidades los partidos de oposición y en particular Acción Nacional han obtenido triunfos importantes sobre la base de las redes y liderazgos expriístas, en procesos complicados en los que el partido, si bien experimenta tensiones internas, ha sido capaz de soportar la adaptación de su estructura e institucionalidad a las circunstancias que pueden garantizarle el triunfo electoral. De ser así, el PAN estaría ganando elecciones cuando se ha convertido en un partido más pequeño de lo que ya era y cuando tiene una severa crisis de representación de los intereses que tradicionalmente lo definieron.